La comprensión ontológica 9

—La alegría —me dice Spinoza— es el paso del hombre de una menor perfección a una mayor.

 

9.1 ¿Estás perdido? Ya no.

Ámsterdam, 26 de julio, 2018.

Su mirada antigua. ¿Me observa? Sus ojos serenos, profundos y tristes. ¿Qué piensas? Creo que me habla, no obstante, su boca metalicamente cerrada. ¿Qué quieres? Su semblante tranquilizador. ¿Quieres decirme algo? Me mira. ¿En serio me estás mirando? Su rostro impasible aunque siento que reacciona cuando mira mis reacciones.

—Háblame del peyote.

Fue complicado encontrar a Spinoza en Ámsterdam, el primer día emprendí su búsqueda y, luego de caminar más de tres horas entre los hermosos laberintos deslindados por los mágicos canales, regresé al mismo punto de donde había partido. Leidseplein, a una cuadra del estudio que me consiguió Máxima Bestemming, la mujer de la embajada.

Your beer, sir —me dice el mesero del bar frente al monumento, entre las pequeñas calles de Amstel, Zwanenburgwal y Bijvoetbrug, las tres exclusivas para bicicletas.

Voy a mi mesa, me siento y, mientras bebo una De Molen, no dejo de mirar a mi colega neerlandés. Alzo mi vaso y brindo con él por nuestro encuentro en su tierra, sin embargo, algunos turistas de la tercera edad notan mi filosófico ritual, se ríen de mí y, para ser franco, me da un poco de vergüenza. Aunque en el fondo me vale madre. Minutos después, mientras en el lugar ponen música de Marc Anthony, los turistas se paran a bailar. Yo vuelvo a mirar discretamente a Spinoza.

Siento que algo quieres decirme.

¿O preguntarme?

 

9.2 —¿Quieres escribir sobre Holanda?

La pregunta me sorprendió dejándome inmóvil tras el teléfono, me quedé en silencio por unos instantes mientras intentaba procesar la naturaleza de la pregunta. Esa voz, esas palabras y esa llamada. Lo místico del tiempo, del espacio y, sintéticamente, del momento.

—¿Quién habla? —repregunto.

—Nos escribiste hace un año, hablamos dos veces por correo sobre tu propuesta de hacer una nota sobre Ámsterdam y terminaste de convencer a la embajada con tu texto sobre Spinoza.

La verdad, no recordaba haber escrito nada sobre él.

—¿Aún sigue interesado? —me pregunta luego de una larga pausa en que no digo nada.

—¿Eh? Ah, sí. ¡Sí, sí, sí!

—Muy bien, necesito que me dé todos sus datos.

—¿Cómo dice que se llama el texto?

—Usted lo escribió, ¿acaso no lo recuerda?

—Escribo mucho —mentira— y luego no me acuerdo del nombre de todos. Eso tiene como un año ¿no?

—“El peyote de Spinoza”.

Me quedé pasmado. ¿Nuevamente estoy haciendo cosas que no recuerdo? Ello lo había superado con el golpe en la cabeza que me di en el barco cuando tenía veinte años, aunque luego volvió con más fuerza. Hasta que mataron a mi hermano hace tres años.

 

9.3 Me fui del monumento reflexionando sobre la relación filosófica entre Spinoza y el peyote. Debe ser el concepto de Dios, ambos caracterizando-lo como parte de todo y no como algo ajeno a nosotros. La inmanencia, como la divinidad misma en la naturaleza, en vez de trascendencia y, por tanto, siempre ajena.

—¿Qué quieres saber del peyote?

Caminaba cabizbajo cuando el mundo se detuvo y, como si volviera a ser deslumbrado por el sol más brillante del universo, todo mi ser se estremeció hasta el hueso del corazón.

¿Es ella?

Había visto a Gerona.

¡Es ella!

La seguí llamándola hasta un mercado de chácharas, atravesando con dificultad como cien metros de puestos y esquivando por centímetros la infinidad de gente para no perderla de vista. Turistas alemanes, japoneses, italianos, españoles e ingleses entre las reconocibles voces que se atravesaban en mi camino hasta llegar a la Jodenbreestraat, donde finalmente la perdí. ¿La perdiste? Quiero decir que aún no logro encontrarla. Tal vez porque ya no quiere volver a verte.

Suspiro hondo, tocan mi hombro y volteo levantando la mirada ante un delgado-alto inmueble con un gran cartel de Rembrandt.

Es el museo Het Rembrandthuis, donde vivió el artista de 1639 a 1658. Eso dice el texto introductorio en el lobby, lo único moderno del inmueble ya que la casa sigue igual de cuando la habitaba. Su estudio es bellísimo, la cocina y sus acogedores espacios, también hay hipnóticos aguafuertes y finísimos grabados relatando breves historias cotidianas de…

—¿Serner?

Volteo, la veo y no puedo creerlo.

Hi —respondo, no sé por qué, en inglés.

 

Continúa 10

 

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".