La deuda histórica del Gobierno de Hidalgo

“Los contrastes sociales en Hidalgo son heridas de un pueblo que tiene que migrar para buscar el pan y las oportunidades de vida, donde los pueblos originarios viven en condiciones de miseria y marginación social”.

 

No existe política sin conciencia social. Por vez primera en Hidalgo, un gobernador va más allá del poder burocrático y las parafernalias y luminarias mediáticas; sacude y toca las conciencias de aquellos que, desde la clase política, acallaron la voluntad de los ciudadanos a los que juraron defender desde el derecho que les otorga su encargo constitucional.

 

El pueblo de Hidalgo vibra frente a los pasos de su gobernador, el cual, con humildad y sencillez, es intérprete de grandes anhelos de justicia en uno de los estados con mayor asimetría y marginación social de la nación.

 

Julio Menchaca Salazar es un servidor público sensible y comprometido con las causas justas. No se amedrenta ante las presiones políticas de los poderes fácticos, cuyas sombras están presentes desde el antiguo régimen en el caciquismo político y el peso de las cofradías políticas de la Estafa Siniestra que no implican exclusivamente peculado y malversación pública, sino también control político y reproducción hegemónica de los partidos y sectores de la vieja guardia.

 

Las rutas de la transformación y su poder de convocatoria ciudadana en Hidalgo han develado las heridas y la deuda histórica de lo que puede ser y significar la política cuando se utiliza como maquinaria de Estado e instrumento de negocios personales, vulnerando el trabajo honrado del tejido social que hace posible la riqueza de nación.

 

En Tula, Menchaca Salazar se ha abierto a la conciencia política que toca el corazón de los que menos tienen; mexicanas y mexicanos vulnerados por una clase política rapaz y enquistada en el poder que por décadas hizo de Hidalgo el bastión político de la miseria y la ignorancia.

 

Hombre de palabra clara, Julio Menchaca Salazar día a día trabaja con la conciencia de que la transformación social no transita por la burocratización del encargo público. Reconoce que Hidalgo, su Hidalgo, merece la gratitud de un gobierno que no mira a la ciudadanía desde la lejanía del escritorio, sino que hace del poder público un instrumento para procurar el bienestar y desarrollo de la sociedad.

 

La vertiginosa transformación pública en Hidalgo invita a una reflexión ciudadana para adherirse a la fuerza de un gobierno con rostro social que no comulga con el contubernio público y el peculado, consciente de que cada día existe una tarea pendiente para dignificar a la ciudadanía, lo mismo en el abasto del agua que en el rescate a las vocaciones del campo, en los centros industriales y el comercio, en la reconversión del sistema de salud pública y en la protección a los olvidados, sectores vulnerables que históricamente sólo fueron cifras en las retóricas demagógicas del antiguo régimen.

 

Los contrastes sociales en Hidalgo son heridas de un pueblo que tiene que migrar para buscar el pan y las oportunidades de vida, donde los pueblos originarios viven en condiciones de miseria y marginación social, donde los campesinos no pueden hacer de los programas del campo el sustento de sus familias, donde las presidencias municipales y escaños públicos son un botín personal, donde el pueblo lamentablemente espera un mejor porvenir, porque los políticos lo habían dejado en el olvido.

 

Julio Menchaca tiene alma de pueblo, está consciente de que la deuda histórica del gobierno de Hidalgo es una afrenta para el tejido social y no puede ser subsanada desde la retórica, la demagogia y el gatopardismo.


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