La espiral de la crisis sanitaria

Desde que el virus que causa el covid-19 se instaló en nuestras vidas, las cosas se han ido complicando más y más. La llegada de la vacuna nos hizo pensar que todo estaba solucionado y que era cuestión de tiempo para volver a la añorada “normalidad”, ese viejo conjunto de prácticas en las que el peligro de la muerte y la enfermedad no era una constante.

A partir de la estrategia nacional de vacunación, las instituciones se veían optimistas respecto al regreso a clases y la reactivación económica de México. La vuelta a las escuelas marcaría el inicio del largo proceso de recuperación frente a los estragos de la pandemia. La posibilidad de volver a trabajar en los espacios convencionales, el aumento de la movilidad y del consumo en negocios locales, constituían un mejor panorama que el que vivimos ahora.

El hecho de que el virus mutado y se hayan originado cepas con niveles de contagio más potentes, nos hace caer de nuevo en esta espiral de la crisis en la que la ciencia (y toda la política que hay detrás de ella) está tomando más tiempo para entender el comportamiento del virus y sus secuelas.

Las medidas de precaución se han relajado, las restricciones que en un principio nos mantuvieron a salvo, no tienen el mismo seguimiento que hace meses. Estamos en una crisis del cuerpo, del mundo, del sistema económico. Estamos en una crisis de ansiedad, de incertidumbre y de fragilidad.

El panorama vuelve a ser desolador, las cosas no podrán cambiar pronto, el camino de la crisis es una espiral en la que, por ahora, seguimos atrapados.


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