Sin una Agenda País que haya permitido crear un verdadero proyecto de nación, México atraviesa de manera asincrónica por el abismo entre el quiebre del sistema de partidos y el poder del presidente, y esto marca el nítido colapso de las fuerzas políticas tradicionales para pasar a una nueva composición en el quehacer político.
La duda social frente a la concentración del poder en el presente gobierno oscila en la garantía de la concreción de la tarea pública y la generación de oportunidades en el marco de un país que atraviesa por serios problemas, desde sus condiciones macroeconómicas hasta la realización del control sanitario de una pandemia que ha hecho estragos.
En este escenario, el aislacionismo ciudadano en torno al entramado político no solo lo ha relegado a comparsa de la verticalidad de las decisiones de gobierno, sino también ha enclaustrado a la sociedad que se encuentra a la deriva, sin ser partícipe de la toma de decisiones públicas y con la incertidumbre de un país que no encuentra el norte en la brújula.
El desencanto con la democracia como régimen político es de magnitudes dramáticas en México, al grado que para la mayor parte de los ciudadanos no es más que una imagen cosmética de una farsa, donde las élites del poder hacen lo que quieren y el discurso de la soberanía y la voluntad del pueblo es poco menos que un vómito de quimera, máxime cuando la historia del pueblo es la herida de su existir.
Sin expectativas de un horizonte cierto, la mayor parte de los ciudadanos apela a la eutanasia democrática, donde gobierno, partidos y clase política deberían practicarse el harakiri y dar paso a una nueva era donde la depuración del poder público esté en las manos de los ciudadanos.
Pese a que la retórica de la clase política desde hace décadas apela a devolverle el poder público al ciudadano, los hechos del ejercicio de gobierno evidencian lo contrario, lo que ha creado la ínsula social en la que nos encontramos, donde la democracia es letra muerta y los ciudadanos esperan la eutanasia democrática que permita construir no un país en transformación, sino transformarlo en el país del nunca jamás.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
