Hasta el cansancio, y en diferentes foros internacionales más allá de la ONU, el gobierno de México ha expresado que la migración como problema de aristas múltiples en Latinoamérica no puede ser atendido de manera unilateral, pues sus raíces denotan manifestaciones de opresión de los países industrializados, de clases nativas podridas por la acumulación de riqueza y de las asimetrías políticas que redundan lo mismo en la ignorancia que en control social, o bien, en la delincuencia como opresión y legitimación de Estado.
Indiscutiblemente, 2023 ha sido un año donde el flujo migratorio en México ha puesto en alerta las consideraciones del derecho humano a la búsqueda del bienestar y la dignidad, pero esto queda relegado en los medios que habitualmente hablan de la migración como una cuestión económica, sin ponderar la dimensión de integridad humana que se encuentra en juego.
En este escenario, el crecimiento del crimen organizado que explota la migración, así como la corrupción de las policías locales e inclusive los agentes de migración en México, han tendido una trampa mortal para los migrantes, quienes están expuestos a asesinatos, tortura, explotación y trata de personas.
La corrupción de diferentes autoridades en México, que agrava el problema migratorio, ha sido denunciada por Human Rights Watch, organismo internacional que ha precisado la trata de personas que la estructura de autoridades esconde y promueve bajo múltiples prácticas, inclusive el neoesclavismo, que suelen cometer empresarios o terratenientes que mantienen a los migrantes trabajando con la amenaza de denunciarlos.
Las imágenes de familias completas emigrando desde Centroamérica, e incluso de México, hacen que el análisis de este cruento fenómeno social no pueda presentarse como una crisis humanitaria, sino como crisis políticas de los países involucrados, los cuales no han atendido de manera orgánica esta dolorosa realidad, debido a que la migración se vuelve un problema del país vecino, estrategia que denota que la fuerza de trabajo explotada se mantiene en niveles que a las élites les permite operar y por ello el flujo migratorio no las inquieta.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
