Lapidario resulta pensar que un pueblo no aprenda de sus errores, pero aún más contundente es que no aprenda del pasado y presente político.
Distinguir la degradación política en la distancia entre representantes y representados es el primer elemento de una democracia fallida. Es, precisamente, la distancia que existe entre el poder y voluntad soberana de un pueblo para garantizar sus oportunidades y dignidad con respecto a la respuesta del mandatado, que es la clase política que representa los intereses vitales de la ciudadanía.
Por ende, apelar al interés ciudadano por entender de manera inteligente la realidad de su gobierno es, en todo momento, una exigencia no solo de cultura política, sino también de conciencia social, porque de ello depende que las estructuras institucionales sean funcionales, innovadoras y de preservación de los intereses de los ciudadanos para garantizar una vida digna en paz y armonía.
Es verdad que la lectura no sustituye a la conciencia social, como tampoco puede sustituir a la inteligencia, pero algo queda claro: sin la búsqueda intelectual de la lectura encauzada no se puede abrir la inteligencia.
Esta reflexión no resulta menor cuando nos situamos en el actual proceso electoral en Hidalgo, donde ni siquiera es necesario leer para apreciar la realidad que se manifiesta en la dolorosa marginación, pobreza y carencia de las oportunidades sociales que debe garantizar el ejercicio de gobierno; por ende, hace bien leer, pero con la conciencia que la misma realidad entrega.
Por primera vez, los ciudadanos de Hidalgo tienen la posibilidad de cambiar su porvenir; su voto no puede implicar un ejercicio banal y vacío -como tampoco lo debió implicar no haber denotado organización ciudadana para la toma del poder político-, para con ello garantizar un gobierno con rostro ciudadano y humano.
La lectura no sustituye a la conciencia social, pero tampoco a la inteligencia.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
