La economía se expande o contrae de acuerdo a las formas de pluscapitalización y al compuesto orgánico de mercado inestable, que en todo momento son ampliamente disputados, por lo que las ecuaciones lineales y su punto de equilibrio entre oferta y demanda constituyen el primer intento por conservar una meseta “perenne”, condición ilógica porque el punto de meseta es perentorio a nivel biológico, social o económico.
Los autómatas de la economía global, lo mismo del mítico Fondo Monetario Internacional (FMI) o del Banco Mundial (BM), asemejan la hibridación del capullo-mariposa, pero sin las posibilidades de la metamorfosis que encierra siempre transformación biológica y, por ende, una mayor propensión a conservar cadenas de energía bioecosistémicas. El FMI y el BM no pueden transformarse porque la dialéctica de la realidad lo impide, sólo pueden cambiar y en el cambio invariablemente algo se pierde, como lo ocurrido en los campos de concentración nazis.
La tendencia de la economía global es crear segmentos de apropiación para el cambio, no para la transformación, porque el cambio garantiza decapitar o cercenar a los enemigos; la transformación, evidentemente, hace que “algo se preserve”, como lo vemos en el cuerpo humano, pero en la competencia económica el “cambio” implica en todo momento la muerte del oponente, porque se impide que su lógica y acción perduren.
Por este despliegue relacional de la abrupta fractura del cambio económico desaparecen y aparecen grandes imperios económicos, garantizando una reacción exponencial hacia la nueva tendencia económica, como lo implica hoy la energía eléctrica aplicada en automóviles y la popularidad del nuevo oro: el litio. El potencial de un nuevo factor-materia de sustento económico en aprovechamiento social dará paso a una recomposición de fuerzas y relaciones sociales, extinguiendo y cercenando a las anteriores.
Este es el efecto de modernidad perenne en el que nos encontramos, esta es la búsqueda de la neomodernidad, la cual impone lo que las potencias suelen llamar “nuevo orden”, es decir, extinguir el pasado como producto de la inoperancia social y política para articular el presente predispuesto a convertirse en pasado cuando no satisfaga al nuevo orden.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
