Los Diablos Rojos están matando al beisbol

La voraz directiva de los Diablos Rojos espera con ansia la visita de los Tigres de Quintana Roo, pues sólo así se llena su pequeño estadio.

Su ladino gerente general, Othón Díaz Valenzuela, con espíritu de abarrotero gachupín, se la vive inventando “promociones” en las que obliga a los fanáticos a comprar otra serie para poder asistir a la guerra civil. Con la excusa de que los abonados son los primeros en poder comprar boletos, uno se entera de que los mejores lugares ya están vendidos, cuando en realidad están en manos de los revendedores.

Además, ante la complacencia de la Liga y la indiferencia de las autoridades, los escarlatas aumentaron los precios a su antojo. Pese a ser entre semana, cuando los boletos son más baratos, Díaz y su banda aumentaron los precios al doble.

Por esto, por el mal paso de los felinos que ocupan el farol rojo y por ser temporada de lluvias, la venta no fue la esperada y para el primer cotejo, que los Diablos ganaron 17 a 3, apenas y había medio estadio ocupado.

La cosa empezó a complicarse cuando la lluvia impidió el juego del miércoles. Normalmente cuando esto ocurre, se programa un doble juego al día siguiente a las 13 horas, con el mismo boleto. Caprichosamente los escarlatas programaron el doble juego a las 16 horas con la salvedad de que el boleto del miércoles serviría para el juego vespertino y luego el público sería desalojado para ingresar con el otro boleto. Quien no pudiera asistir, podía obtener la devolución de su boleto en taquilla.

Pero otra vez la entrada no fue la mejor para un juego que ganaron los Diablos 8 a 7; además, como el desalojo no fue tan rápido como se esperaba, los espectadores se perdieron la primera entrada del tercer juego, para el que ya no salió el manager felino, Héctor Hurtado, que fue despedido en el intermedio.

El juego se interrumpió una hora por la lluvia, y cuando ya no había más amenaza de agua, la gente comenzó a llegar a las taquillas y se encontró con revendedores que se presentaban diciendo que “les habían sobrado boletos y que los daban al costo”.

Conviene señalar que los umpires, temerosos de sufrir un castigo ejemplar como el de sus colegas que fueron despedidos por no marcar un strike a un rival de los Diablos, otorgaron todos los desafíos a los escarlatas, como el que impidió la carrera del empate.

Pese a que se presenta como un deporte familiar, no es de extrañar la ausencia de niños en el estadio, pues se ha convertido en una cantina en la que los borrachos gozan insultando a los rivales.

Lástima que estén matando de esta forma al rey de los deportes en nuestro país.

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Por: Jorge Carrasco V.

Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Periodista activo desde 1981 en diversos medios. Especialista en temas internacionales, deportes y espectáculos. Autor de biografías sobre Pedro Infante y Joaquín Pardavé de Editorial Tomo.






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JOSEANDO - Jorge Carrasco V.

Egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Periodista activo desde 1981 en diversos medios. Especialista en temas internacionales, deportes y espectáculos. Autor de biografías sobre Pedro Infante y Joaquín Pardavé de Editorial Tomo.