¿Omar Fayad es el culpable de la derrota del PRI?

Ante el negro panorama que se les avecina este 2 de junio, la cúpula del PRI Hidalgo apunta su dedo flamígero hacia Omar Fayad, olvidando un pasado de 90 años en los que el partido tricolor se corrompió entre abusos institucionales y quebranto social.

Se aproxima la debacle de las huestes del antiguo régimen y, en Hidalgo, las acusaciones de los tropiezos de la anticipada derrota electoral se suceden en lógicas e imaginarios confusos, donde la cúpula del PRI Hidalgo, en una cacería de culpables, apunta sus armas hacia Omar Fayad.

 

En la antesala de la carencia de autocrítica, tanto Carolina Viggiano como Francisco Olvera han hecho señalamientos tácitos y expresos en diferentes momentos y foros, sobre la figura del actual embajador de México en Noruega, el también hidalguense, Omar Fayad Meneses. El gobernador saliente que hizo unPacto político” con el gobierno de López Obrador; pacto que, para la cúpula del PRI, se negoció en el desmantelamiento y golpeó al partido tricolor para pavimentar el ascenso de la alternancia política en Hidalgo.

 

En este espeluznante entramado de los laberintos de la clase política en Hidalgo, ¿hasta dónde es veraz asumir que el legado de Omar Fayad al PRI, fue causar su cisma político? y ¿hasta qué punto Omar Fayad es el artífice de la derrota electoral en puerta de este 2 de junio?

 

Sí existe algo que se le pueda aprender a la politóloga Hannah Arendt, es que develó que la política atiende a procesos; reducirla a la participación de personajes, creando un escenario de “buenos y malos”, sólo refleja la pobreza política de quien o quienes, tras la derrota, el marasmo, la crisis y el cisma, pretenden explicar de manera absurda, lo que tienen en su responsabilidad de conducción como un hecho concreto.

 

Omar Fayad Meneses es un ex priista partícipe de la debacle y derrota del antiguo régimen, pero no como el titiritero que maneja al títere, sino como un actor político inmerso en un proceso complejo donde tanto el PRI Hidalgo como el PRI Nacional, crearon y gestaron las condiciones antidemocráticas de un sistema político que se corrompió entre abusos institucionales y quebranto social.

 

No es admisible que el péndulo de la derrota se cierna sobre Fayad Meneses, como el vector del cisma en el PRI Hidalgo. Esta postura niega la serie de contradicciones e inconsistencias que el partido tricolor (partido populista, por cierto) construyó por más de nueve décadas en Hidalgo, cercenando desde la latitud del caciquismo, el abandono de sus bases militantes y la verticalidad opresora de la cúpula del poder, lo que hoy se cierne en posibilidades funestas de su extinción.

Nadie se equivoque, Omar Fayad Meneses no es la punta del iceberg dentro de la debacle priista.

 

Es innegable que, en estos momentos de derrota anticipada, el malestar de la cúpula del PRI Hidalgo se vuelve nítida y está en la búsqueda de culpables; sin advertir que es un tiempo político propicio que exige disciplina, respeto a lo que la misma cúpula denomina “ideología y principios” y “estatutos y reglas”, para trazar un plan de reestructuración partidista. Plan que, de no emerger, enunciará que, frente a la derrota política, la cúpula del tricolor no ha aprendido nada de su historia,

 

La palabra traición en el PRI Hidalgo no es la semántica de la verdad para explicar el ocaso de este partido.

 

Es necesario que actores políticos del PRI Hidalgo como Carolina Viggiano, Francisco Olvera y Marco Mendoza recuerden aquella convención de “revolucionarios”, donde don Plutarco Elías Calles dio inicio al partido tricolor, no para reivindicar al pueblo sino para controlar el poder tras bambalinas desde una maquinaria política institucional, que, por sus orígenes, estaba construida para avasallar y no para dignificar al pueblo.


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