¿Persecución política o cortina de humo?

“La ironía de la posición política del PRI Hidalgo estriba en que su victimización no puede esgrimir un argumento que trascienda al ánimo de la ciudadanía para ganar adeptos; este montaje es un carnaval de rancho, pero no un festival ciudadano electoral, como el tricolor pretende que sea”.

 

A medida que se acerca el proceso electoral del 2 de junio, la desesperación política va en aumento y la oposición no le ha puesto fin a la estrategia de golpeo que, por cierto, no ha logrado detener la consolidación del proyecto de nación de López Obrador.

 

En Hidalgo, el gobierno de Julio Menchaca Salazar ha tomado como estandarte la depuración de la corrupción e impunidad que empuña López Obrador y les ha dado cauce a las rutas de la transformación bajo el principio de que la ética de la administración pública se basa en la visibilidad, transparencia y presencia ciudadana.

 

En este escenario de cambio político, lo cotidiano es apreciar que la procuración de justicia y democracia no es una retórica barata en la presente administración estatal, sino el distintivo de una lucha política que sacude el basurero que por décadas la oposición dejó en Hidalgo y que, a contracorriente en la fuerza política del gobierno de alternancia, se encuentra tratando de crear una barrera de contención de su pasado, acusando al gobierno morenista de persecución política.

 

Sin embargo, esta cortina de humo que el PRI ha tratado de auspiciar en torno a la persecución política de sus filas, como lo implica la denuncia por una deuda de 5 mil millones de pesos en pasivos de pagos de previsión hacia el ISSSTE en la gestión del exgobernador Francisco Olvera Ruiz (quien hoy retorna a la palestra política), no devela una estrategia válida de contención a un partido cuya erosión social no tiene otras huellas que las de la desbandada de su militancia.

 

La ironía de la posición política del PRI Hidalgo estriba en que su victimización no puede esgrimir un argumento que trascienda al ánimo de la ciudadanía para ganar adeptos; este montaje es un carnaval de rancho, pero no un festival ciudadano electoral, como el tricolor pretende que sea.

 

La autocrítica en el interior del PRI, estatal y nacional, sigue estando ausente y la huida de sus militantes no es el signo de cambio y democratización del partido, pues los cuadros de políticos jóvenes han sido desterrados de las oportunidades de conducción e interlocución con la ciudadanía.

 

El imaginario político que encumbró al PRI como un partido de dinosaurios es fiel reflejo de su dirigencia, que ha vulnerado el principio revolucionario que le dio vida a su proyecto político, marginando el poder orgánico de sus bases militantes y creando un monopolio político gerontocrático.

 

El anquilosamiento del PRI Hidalgo, cuyos vetustos líderes han creado una tiranía política, sólo presagia una conducción ciega que, sin propuestas políticas de transformación nacional, terminará por reducirlo a su mínima expresión social y agravar el subdesarrollo político que lo caracteriza, donde ya no es bastión más que de inoperancia y degradación partidista.

 

El subdesarrollo político del PRI a nivel nacional es de tal magnitud que su lenguaje es reactivo, gerontocrático y primitivo. No se percibe ningún diálogo de vanguardia social, no existe una semántica de innovación política y mucho menos un proyecto de nación.

 

Las cortinas de humo se disipan, la guerra sucia se limpia, pero el autoritarismo político gerontocrático y el subdesarrollo político perviven en el anquilosamiento del PRI Hidalgo.


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