Ser y Devenir 107

Nietzsche dice en Humano, demasiado humano que la esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento de los hombres. Y tenía, tiene y tendrá razón siempre.

Me duele el alma. Extraño a Gerona. El dolor metafísico es un dolor que todos conocemos bastante bien, yace en nuestra sensibilidad atestada del cosmos y recorre atrevidamente nuestro cuerpo en todas sus posibles percepciones que, trágicamente, terminarán por desgarrarte el corazón. Mi corazón. Ella nunca volverá. Mi vida, mis sueños y todas mis ilusiones están hoy exterminadas. Ella no me quiere.

¡Boom!

—¿Puedes abrir los ojos? —la voz de una enfermera.

No quiero.

—Vuelve a ponerle las vendas —la voz de un médico joven.

No quiero volver.

—Ya no le pongan nada —la voz de un médico adulto.

No quiero volver a escribir.

—¿Pueden dejarme a solas con él? —la voz de Zimmer.

Los médicos cruzaron algunas palabras con el abogado de mi abuelo, discutieron y al final se negaron a dejarme a solas con él o con cualquiera que no fuera mi pariente. Después del incendio ninguno de mis primos quiso saber nada de mí y, más grave aún, iniciaron demandas en mi contra por la catástrofe histórica de la hacienda familiar. ¿Mis antecedentes clínicos pueden atenuar o agravar mi situación jurídica? Pasó una semana y yo seguía sin querer abrir los ojos.

—¿Me recuerdas? —me pregunta.

—Sí.

—Fui tu abogado cuando te liberaron del reformatorio.

—¡Ya te dije que sí!

Silencio.

—¿Estás consciente de lo que hiciste? —me interroga, sonrío levemente y, apaciblemente, le contesto:

—Yo no hice nada.

Otro silencio, éste menos pesado que el anterior pero interrumpido por algunas enfermeras y mi tratamiento para curar las quemaduras. No son graves pero, me dicen, revisten casi todo mi cuerpo.

—¿Ya se fue? —pregunto.

—¿Te refieres a tu abogado? —contesta una de ellas.

—¿Él es mi abogado?

—Eso fue lo que nos dijo —contesta otra.

Prefiero que defienda a mi hermano. ¿Adónde habrá ido después de la revuelta? Yo no necesito un abogado.

—¿Por qué no quieres abrir los ojos?

—No sé —respondo luego de una pausa.

—No hay nada mal con ellos.

—Puedes intentarlo sin temor.

No quiero.

—¿Quieres?

No.

—Ya bajamos el nivel de la luz.

No me importa.

—¿Estás triste? —me pregunta Zimmer a la semana siguiente.

—Sí.

—¿Por tu abuelo?

—No.

—¿Por el rancho?

—Tampoco.

—¿Entonces?

—Aunque no lo creas… Esto ya lo había vivido.

—¿Qué?

—Y lo seguiré viviendo eternamente.

—¿Hablas del incendio?

—Por eso no estoy arrepentido.

A medianoche me dieron unas alucinantes ganas de abrir los ojos, empero, dicha emoción cedió ante un temor que en esos momentos no conocía, no entendía y, por tanto, no podía controlar. No puedes controlar el miedo, pendejo. ¿Hermano? Sólo tus decisiones ante el miedo. ¿Dónde estás? Cállate. ¿Por qué? El silencio.

—¿Mi abuelo está bien? —pregunto, en la madrugada, cuando alguien me contesta por el intercomunicador del hospital luego de solicitar asistencia a través del botón de urgencias.

 

Continúa 108

 

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".