En el beisbol y en la política, la edad no importa

Por fin uno de los candidatos a la Presidencia sacó el orgullo beisbolero y afirmó que, como los grandes experimentados, su porcentaje de bateo supera el .300, un promedio muy respetable si consideramos la edad del pelotero. Andrés Manuel López Obrador todavía, a sus 64 años, le pega sabroso a la pelota, coloca imparables y de vez en vez también la saca del estadio.

En el beisbol profesional el asunto de la edad es un mero dato frívolo, pues en grandes ligas jugadores como Satchel Paige, un enorme pitcher de las ligas negras, lanzó serpentinas hasta los 58 años; en México el famoso Tres Patines, Ramón Arano, recibía su tarjeta del INSEN y se trepaba en la lomita un par de entradas con los Diablos Rojos y seguía recetando chocolates. En síntesis, el beisbol es uno de esos deportes donde puedes jugar con novatos que en edad podrían ser tus hijos o nietos.

En el beis la juventud supone energía, velocidad, valentía, fuerza e incluso audacia; sin embargo, la experiencia, el conocimiento del juego, la anticipación y la colocación representan la clave del rey de los deportes. Muy pocos debutantes alcanzaron la gloria, algunos sólo el simbólico premio el novato del año, muy pocos como Fernando Valenzuela además del mencionado premio sumaron el Cual Young (distinción al mejor pitcher de la liga), el bat de plata y hasta un juego decisivo en la Serie Mundial. Sin embargo, las grandes hazañas de los grandes héroes del beisbol son una combinación de experiencia y talento.

El Peje era, hace doce años, un temible bateador, seguramente con mejor porcentaje de bateo, con más salud y vigoroso para recorrer el país y enfrentar desde la plaza pública a la mafia del poder. Sin problemas era capaz de empezar sus labores a las 5 de la mañana y con pocas horas de sueño dar su matutina conferencia de prensa; nada lo doblegaba, ni siquiera su confrontación diaria con Vicente Fox. Entonces pensó que esa energía y aquel poder en la ofensiva y defensiva le darían la Presidencia, qué iluso… Estaba pagando derecho de piso.

En esa inocencia que da lanzarse contra el sistema, un año antes asumió que era el ganador virtual de la elección por los altos niveles de popularidad en la capital, pero sin el conocimiento de la estructura electoral descuidó la defensa del voto, tuvo poca capacidad de operación para extender su liderazgo en todo el país, generó una percepción de radicalismo y confrontación con el presidente de la República. Al Peje le ganaron la novatez y el enojo cuando hizo un llamado de protesta con la toma de calles del centro histórico y de Reforma, generando una animadversión contra su imagen. No tuvo la humildad de aceptar que las preferencias no le favorecían y construyó el mito del fraude provocando el encono de quienes defendían su causa y los que disentían.

La sociedad se polarizó y el costo del aprendizaje fue muy alto. Algo dejó la amarga experiencia cuando en el siguiente proceso electoral la campaña arrancó pidiendo perdón al electorado, lo cual pudo haber evitado si no le hubieran ganado el enojo y la frustración en la elección de 2006.

En 2012 todavía estaba muy presente el recuerdo de aquel proceso ríspido y convulsionado, pese a ello López Obrador, todavía con el vigor de un hombre sano y fuerte, se concentró en abrirse paso y mostrarse más tolerante. No le alcanzó. Un segundo revés lo había dejado menos cerca que en 2006 de la Presidencia. Lo aceptó con madurez de veterano y la inteligencia de un viejo lobo que se levanta de sus fracasos y emprende con mayor cuidado, astucia la última de sus batallas.

Más cansado, sin la fuerza de hace doce años, con un ataque al corazón a cuestas y con la cabeza más fría, diseñó una estrategia más efectiva. Capitalizó los errores del régimen autonombrándose el enemigo de la mafia del poder, renovó el equipo de asesores y trabajó un personaje más piadoso, relajado y amable. Su percepción cambió, ya no era el enojo y el radicalismo su imagen que la prensa había ayudado a construir; era un luchador social con más edad, respetado por su constancia y congruencia. Los golpes de la vida, la muerte de su esposa y la reinvención en un nuevo proyecto lo colocaron en la antesala de esa meta tan anhelada. A quienes han querido atacar a AMLO con el adjetivo de “viejo” habrá que recordarles que el inexorable paso del tiempo a todos nos va a llegar. Y como dicen por ahí, viejos los cerros y reverdecen.

Hubo grandes ancianos en el poder y llevaron con sabiduría a sus naciones a superar grandes adversidades: Churchill, Castro, Mújica, Ruiz Cortines, Reagan y De Gaulle han sido grandes estadistas a edades tardías. En el beisbol Mariano Rivera, el más grande relevista corto de todos los tiempos, lanzaba lumbre a los 42 años; Nolan Ryan, el expreso de Refugio, Texas, tiraba juegos sin hit ni carrera a los 40, y siguió en la gran carpa hasta los 44.

El asunto de la edad no va ni con el beisbol ni con la política, mucho menos con la vida productiva. En contraste, en la juventud política con 40 años Salinas llegó al poder, el senador más joven José Emilio González a los 28 años conoció la Cámara Alta, en la que no se le recuerda por grandes discursos; Emmanuel Macron, de 39 años, gobierna Francia con un signo de interrogación sobre cuál será su legado.

En esto de pegarle a la bola y de darle en el hocico al perro puedes hacerlo hasta el último aliento. Así que este argumento para derrotar al Peje bateador de la Presidencia sería un buen reto para el niño maravilla, Ricardo el joven y deportista candidato, un duelo de bateo y veámos quién le pega mejor y más lejos. Apuesto que hasta en eso López Obrador derrota al atleta consumado de Querétaro y el Frente.

Estoy seguro que el delicado panista, aun viviendo en Atlanta, no conoce a los poderosos Bravos de Gregg Maddux y Dale Murphy, no debe saber agarrar el bat y se le quiebra la manita con un guante de beisbol. Más que un debate, un juego de beisbol puede definir quién es el mejor. Pongo todas mis fichas por el veterano tabasqueño.

 

Por: Mario Ortiz Murillo

Por vocación sociólogo, de placer periodista. Soy un adicto enfermizo a las buenas y malas películas, especialmente las de culto (para mí). Me considero plural y lucho, desde mi humilde tribuna, en el aula y en la prensa por promover la tolerancia. Fiel seguidor de los Pumas, el mejor equipo de México y de la mejor institución del mundo, la UNAM. Aunque mi verdadera pasión no está en el deporte de las patadas sino en los batazos y las atrapadas. El rey de los deportes, según mi filosofía, debería convertirse en el deporte nacional y mundial por decreto de la ONU. Cuando esto ocurra, prometo jubilarme y dedicarme a bolear zapatos y arreglar bicis.


ARCHIVADO EN:




TRES BOLAS Y DOS STRIKES - Mario Ortiz Murillo

Por vocación sociólogo, de placer periodista. Soy un adicto enfermizo a las buenas y malas películas, especialmente las de culto (para mí). Me considero plural y lucho, desde mi humilde tribuna, en el aula y en la prensa por promover la tolerancia. Fiel seguidor de los Pumas, el mejor equipo de México y de la mejor institución del mundo, la UNAM. Aunque mi verdadera pasión no está en el deporte de las patadas sino en los batazos y las atrapadas. El rey de los deportes, según mi filosofía, debería convertirse en el deporte nacional y mundial por decreto de la ONU. Cuando esto ocurra, prometo jubilarme y dedicarme a bolear zapatos y arreglar bicis.