Karl Marx estimó que el valor en el sistema capitalista provenía del trabajo, cuestión que fue superada por el fetichismo de la mercancía que hoy se expresa en el capital simbólico.
Pensemos en un automóvil clásico, como el Ford Mustang 1965: ampliamente apreciado y que dadas sus condiciones de oferta y demanda supera los precios del costo de producción. Lo mismo rige para el arte e incluso para los nuevos fetiches que pueden ser el autógrafo de un artista, la camiseta de un futbolista o las moneditas cagonas conocidas como bitcoins.
El bitcoin es un fetiche, una moneda de confianza que ha generado un record histórico para un artículo de esta especie, inclusive por encima de monedas con magnitud de valor como el Centenario o la Onza Troy; condiciones que han creado una fiebre del bitcoin, pero como toda fiebre llegará el medicamento que la curará y en ese momento habrá de llegar la amargura o el fin de la quimera del oro.
Como otros tantos instrumentos financieros, el respaldo suele ser más una condición de confianza y fe que de peso específico, esto sucede con las economías de los países y el ejemplo más claro es Estados Unidos y su Reserva Federal.
El bitcoin tuvo su piso y esplendor, el cual ya ha tenido desaciertos y hoy demanda cautela. Es evidente que en el punto climático de la demanda del bitcoin las cosas iban viento en popa, inclusive las compras fueron multimillonarias, pero ya había saciado la inversión inicial y las ganancias de las emisiones iniciales; ahora asemeja a un gran castillo de naipes, por lo que no es prudente invertir en él.
“Palomita pendeja que te dejaste engañar: si inviertes en bitcoins, alguien te habrá de chingar”.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
