En este momento de la historia humana nos encontramos con manifestaciones que no alcanzamos en otros tiempos a percibir, como la transexualidad, donde una persona decide cambiar de sexo.
El gobierno de Chile ha ampliado esta figura a nivel legal y ha reestructurado los vínculos jurídicos aceptando que a tempranas edades niñas y niños puedan optar por el cambio de sexo, lo que implica, habitualmente, la modificación del certificado de nacimiento en nombre, género y demás documentos personales.
La medida ha traído tranquilidad a muchas familias que presentan esta realidad y que se encontraban en indefensión ante el evento, porque la impugnación social del rol sexual se imponía de manera cruenta y por demás absurda.
El contexto, sin embargo, merece una apreciación de fondo. Estado y sociedad deberán dar pasos agigantados para reestructurar la percepción sobre la sexualidad y sus usos, ampliando con ello un espectro poco explorado aún en pleno siglo XXI, condición que nos muestra que seguimos en pañales y que debemos prestar y brindar más atención a nuestra sociedad.
Nada tan significativo como admitir que hemos cambiado, que los factores de este cambio social son múltiples y que nada los detendrá.
Lo cualitativo de nuestra realidad estriba en aceptar que la diversidad humana se manifiesta y que ha llegado el momento de generar nuevas estructuras jurídicas y sociales, condición que debe dar paso a nuevos diálogos de interacción e integración humana, ello seguramente podrá abrir espacios hacia la concordia y la diversidad.
El escenario plausible para generar condiciones de diversidad y tolerancia a ésta es, sin duda, la infancia, cuestión por la que el sistema de educación deberá propiciar y modificar las intenciones de sus programas.
Trascender hacia la humanización de la humanidad no es tarea sencilla, pero no hacerlo tendrá un costo social mayor del que ya hemos vivido.
Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
