El optimismo de la inteligencia

La modernidad ha traído consigo el deterioro de las relaciones humanas, pues ahora se privilegia la desconexión emocional y racional, a cambio de imágenes falsas y superfluas en redes sociales.

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.

El salto cualitativo del siglo XXI estriba en hacer de la realidad un escenario de fiesta perenne, bacanal como proyecto de vida y máscaras como epicentro del oscurantismo de las relaciones humanas verdaderas.

El vertiginoso ascenso de la estupidez social no tiene límites, las relaciones superfluas lo dominan todo, sin escrúpulos y sin conciencia de la mayoría de los esclavos de las redes sociales, aquellos que disfrutan de imágenes de máscara, porque sostener relaciones humanas implica valor, libertad de conciencia y un mínimo de voluntad y firmeza social; para ellos, una relación cara a cara implica un pesar.

La significación del amor como el romance que hace vibrar la voluntad para brindarse como persona se ha sustituido por el reguetón de calzón, ritmo que utiliza la estupidez y la sandez como bandera de conquista y lenguaje que repetitivamente nos recuerda que tenemos nalgas, pene y chichis, para acabar melódicamente con obscenidades que nos muestran como objetos de placer.

En todo este escenario ripioso y de flaqueza humana, lo pestilente se asume como fertilidad del intelecto, decir una estupidez se vuelve ritmo de Tiktok, la fantasía es imagen segura de Facebook, la gracia se sustituye por el meneo “erótico” que niega las lecturas del erotismo de Foucault o Anais Nin y el amor en el canto de los poemas de Neruda se trastorna con frases como “oye mami, dámelo todo”.

Subirse a una combi o casi a cualquier transporte público es un viacrucis para el alma y los oídos, la música a gusto del chofer es estridente a volúmenes brutales acompañada de las risotadas o lágrimas del conductor, que se estremece cuando el reguetón dice: “pero nunca sola, amores vienen y van”, de Bad Buny, mientras varios pasajeros siguen la melodía como que si se tratara de un ritual sacro.

Me pregunto qué pasaría si leo un poema para los pasajeros de la combi o el microbús, creo que me mentarían la madre o se reirían pensando que estoy loco, o bien, ¿qué sucedería si les hablara en voz alta sobre los migrantes que son torturados, violados y asesinados?, quizá encontraría algún oído dispuesto a tratar de entender, confirmando que sí se puede levantar la conciencia, porque nada nos es ajeno cuando queremos entender, este es el optimismo de la inteligencia.

¿Por qué sólo la muerte suele apretujar nuestra conciencia? ¿Qué implicaciones tienen las sociedades de las máscaras?

Cuando la indolencia sustituye a la conciencia, el abuso y el autoritarismo se convierten en los perros de la tiranía y pronto la risotada, la máscara y el reguetón serán las cadenas de una esclavitud sin fin.

 

Consultoría política y conferencias: [email protected]

 

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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