Harry Potter y los derechos humanos

Me encontraba en el último año de secundaria cuando conocí el primer libro del trabajo más importante – hasta el momento – de la filóloga J. K. Rowling: Harry Potter. Con este libro inicié mi interés por la literatura fantástica, y lo digo sin demérito de otras obras que leí en esa época por razones escolares o por circunstancias familiares (especialmente Drácula, la mejor narrativa vampírica europea, de acuerdo a los especialistas); sin embargo, Harry Potter y la piedra filosofal contenía algo que los otros libros no: derechos humanos. Y aunque estos se presentan en los libros de Harry Potter con incongruencias, omisiones, errores en su dación y en su desarrollo por motivos maniqueos (y porque los libros no están escritos por juristas), y con contradicciones supinas en razón de posturas políticas de la autora, su presencia no deja de ser enriquecedora y trascendente para quien suscribe.

Hace unos días el libro Harry Potter y la piedra filosofal cumplió 25 años de haber sido publicado por vez primera y que su autora sea milmillonaria por causa de su obra, que las películas basadas en ese texto sean las más vistas en el mundo, y que la saga tenga una distribución similar a la de la Sagrada Biblia, es motivo suficiente para hacer mención de la obra en el espacio que me ha sido otorgado.

Aquí evidenciaré algunas cuestiones que hablan de un desconocimiento profundo del derecho y de la justicia por parte de la autora; o que sabe que el derecho es una obra de la razón para regir las relaciones sociales y justificar el ejercicio del poder.

En la novela, los derechos humanos son casuísticos, no son generales y su violación solo afecta al protagonista (y a sus correligionarios) y no a otras personas físicas o morales, tampoco afecta a autoridades, sus tribunales no atienden conflictos entre mandos, ni conflictos entre leyes; además de que las violaciones a las normas del mundo mágico son vapuleadas constantemente por cualquiera de las dos facciones en que está dividido el conflicto; y los órganos del Estado no cuentan con sistemas de frenos y contrafrenos, competencias definidas, legitimación en sus funcionarios o una administración pública coactiva que lleve a considerarle, en palabras de León Duguit, una federación de servicios públicos.

En entrevistas, Rowling admite haber sido influenciada (o inspirada) tanto por su vida cotidiana como por la literatura griega y británica; además, sus libros encuentran similitudes con otras obras como El señor de los anillos, Matilda y El proceso. En relación a esta última, su personaje vive en una fantasía kafkiana toda vez que, al igual que Jospef K, todas las garantías individuales (o derechos humanos) y procesales de Harry Potter son suspendidas por el Ministerio de Magia, es decir, cuando el protagonista busca audiencias le son negadas, hay opacidad en su proceso en vez de publicidad, se le suspende la libertad de tránsito, no tiene derecho a una defensa adecuada, se prohíbe la libertad de expresión en la jurisdicción que le corresponde, se le niega el acceso a su patrimonio, a sus documentos y a sus libertades, no sabe con exactitud de qué se le acusa y el proceso tiende a buscar privarle de sus demás bienes jurídicos protegidos, incluyendo la vida.

A propósito, que la autora creara un estado con instituciones menos solidas que las de Mordor de El señor de los anillos o Trantor de Fundación, nos conduce a dos posibles situaciones (obviando el hecho de que no es una persona dedicada a la teoría del estado): que las determinaciones teóricas e históricas de la constitución del mundo mágico de Harry Potter son más primitivas y/o que la evolución del estado pasó de forma atropellada por la institucionalización de la vida social y por la ideologización del pensamiento político (para codificar normas y establecer un poder con los valores socializados).

Cabe mencionar, en este momento, que las instituciones son organizaciones de la conducta en torno a valores que deciden sobre los mismos y en la obra estas son, por ejemplo: Hogwarts, el Ministerio de Magia, los aurores y las familias de los magos; y los valores, el derecho y el poder político del mundo mágico, son el vehículo de la dinámica social de esa comunidad. Por ello debe quedar claro que el del poder político (entendido como la capacidad para influir o decidir el hacer social) es al mismo tiempo la forma de organizar el poder de forma institucional y que el derecho, y en la novela, la magia proporciona la unidad ontológica y axiológica en torno a sus derechos fundamentales: libertad, igualdad y propiedad.

Por otro lado, con el desplazamiento de la razón que se lee en la novela, por el que se permite el ejercicio del poder político, la subjetivización y la relativización de las condiciones del conocimiento (concomitantes a la conciencia íntima) aparece también la ideologización, donde me gustaría poner el ejemplo de un fragmento dentro de la saga, como contraparte al del grupo del Protagonista:

“Dolores Jane Umbridge: […] hay que poner freno al progreso por el progreso, pues muchas veces nuestras probadas tradiciones no aceptan retoques. […] Sigamos adelante, así pues, hacia una nueva era de apertura, eficacia y responsabilidad, decididos a conservar lo que haya que conservar, perfeccionar lo que haya que perfeccionar y recortar las prácticas que creamos que han de ser prohibidas””.

Este discurso, antagónico al ideal político de la saga, contiene el principio del conocimiento, del progreso y de la cultura, donde se encuentra que ellos deben resultar de necesidades objetivas y éticas, puesto que el progreso por el progreso no solo es inculto e irracional, sino que en el mejor de los casos es estéril (y en el peor, dañino o destructivo). En segundo lugar, debe recordarse que cada prerrogativa otorgada a un individuo debe leerse como ella misma en detrimento de otra persona o como una nueva obligación para la autoridad.

Y sin entrar en términos marxistas, donde la ideología es expresión de intereses y voluntad de clases, pasaremos a observar el principal derecho conculcado en la obra y defendido por la misma autora, este es el derecho (o garantía) de igualdad.

Al respecto, Maquiavelo dice en Los discursos sobre la primera década de Títo Livio, lib. I, cap. XVI, lo siguiente: “Los beneficios comunes que la libertad lleva consigo, el goce tranquilo de los bienes propios, la seguridad del respeto al honor de las esposas y de las hijas, y la garantía de la independencia personal, nadie las aprecia en lo que valen mientras los poseen, por lo mismo que nadie cree estar obligado a persona que no le ofenda”.

Además, en El príncipe, cap. XVII, expresa: “…porque los hombres, puede decirse generalmente que son ingratos, volubles, dados al fingimiento, aficionados a esquivar los peligros y codiciosos de ganancias: mientras les favorece, son completamente tuyos y te ofrecen su sangre, sus haciendas, su vida y hasta sus hijos, como ya he dicho anteriormente, siempre que el peligro de aceptar sus ofertas esté lejano; pero si este se acerca, se sublevan contra ti. El príncipe que fía únicamente en sus promesas y no cuenta con otros medios de defensa, está perdido, pues las amistades que se adquieren por precio y no por la nobleza del alma, subsisten hasta que los contratiempos de la fortuna las pone a prueba, en cuyo caso no se puede contar con ellas”.

En la obra hay una posibilidad teórica de que todos los magos gocen de todas las prerrogativas que ofrece la distinción de ser parte de esa población; no hay salvedades dispuestas para sectores vulnerables como los squibs, los duendes o los hombres lobo (dice la autora que estas últimas criaturas son metáforas de personas contagiadas de VIH).

Las normas que pudieran prever situaciones especiales o salvedades no están inscritas en ningún código del mundo mágico de Harry Potter, no hay regímenes especiales que pudieran hacer una discriminación positiva o principios rectores más que los del derecho natural y los de los derechos de primera generación. Sin embargo, aunque todos los protagonistas son blancos, con privilegios familiares, de economías saludables, de buena condición física y de la misma raza, encuentran los motivos para que autoridades y particulares desconozcan los derechos y las libertades de determinados magos.

El estado del mundo mágico de Harry Potter no es tautológico, no es un estado de derecho porque reinan elementos primitivos previos a la burocracia, a la unificación del derecho y a la centralización del poder, además de que adolece de los elementos teóricos necesarios para su existencia y con lo mismo para establecer, a través de derechos de primera, segunda y tercera generación, límites al estado, además de los que le son obligatorios para su buen funcionamiento.

Por último, y a manera de despedida, quiero compartirles que me siento gustoso de saber, y de compartirles, que excompañeros que conocí en la universidad, como Sergio Charbel Olvera Rangel, Jaime Díaz Limón y un servidor dedicamos parte de nuestros tiempos a la literatura jurídica, al tiempo que otros como Elisabet Zapiæn arrastraron la pluma sobre el papel para tener creaciones artísticas. Ojalá tengamos la capacidad que tuvo el señor Isaac Asimov para redactar lo mismo un excelente tratado de ciencias, como el o viviente, que una gran ficción, como la Fundación.

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Por: Iván Mimila Olvera

Abogado y asesor en materia constitucional y autor de los libros "Cuestionario de Derecho Constitucional" y "Cuestionario de Derecho Constitucional de los Derechos Humanos". Actualmente es litigante en activo y asesor de diversas organizaciones de la sociedad civil.


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CONSTITUCIONALISMOS - Iván Mimila Olvera

Abogado y asesor en materia constitucional y autor de los libros "Cuestionario de Derecho Constitucional" y "Cuestionario de Derecho Constitucional de los Derechos Humanos". Actualmente es litigante en activo y asesor de diversas organizaciones de la sociedad civil.