La casita que persigue a Emilio Lozoya

Las casitas de los políticos mexicanos encierran una estela de putrefacción y desencanto que los persigue como la caca al calzón, poniendo al descubierto la corrupción y el peculado como parte de la fachada del inmueble.

No es una sorpresa para nadie en México que la clase política, salvo sus excepciones contaditas, comete tropelías y abusos de todo tipo, entre los que destaca el peculado, donde el patrimonio público pasa a ser malversado por los sátrapas de la política a través de engaños y argucias que, dicho sea de paso, se presentan con tanta imaginación que cuando los ciudadanos nos enteramos ya nos metieron, cuasi literalmente, la verga.

 

DE PEÑA-RIVERA A LOZOYA

Recordando casitas, sin duda, la más célebre fue la de la familia Peña-Rivera, que resaltaba por sus dimensiones, su color blanco al estilo de la mansión presidencial de Washington, sus luces interiores y, por sobre todas las cosas, porque costaba más de 80 millones de pesitos, lo que gana cualquier hijo de vecino al año.

Cómo no recordar sólo hace unas semanas la mención honorífica de la casita de Miguel Barbosa, quien pretende regir los destinos de Puebla, que tiene un costo de 10 millones de varos, y qué decir de la de Emilio Lozoya, que costó 38 millones de pesos y que hoy destapa lo ya destapado de la corrupción con Odebrecht, empresa inmobiliaria que corrompe y es cómplice de múltiples políticos en el planeta.

 

EMILIO LOZOYA, A PUNTO DE CAER… O NO

Ante los casos de las casitas, pero más concreto de la corrupción imperante, el perro guardián de la Secretaría de Hacienda, la Unidad de Inteligencia Fiscal (UIF), ha congelado las cuentas de Emilio Lozoya y las de su hermana, que habrían recibido cerca de 10 millones de dólares en diferentes emisiones desde bancos suizos con triangulaciones de empresas prestanombres y paraísos fiscales  como el de las islas vírgenes (eufemismo, no hay nada virgen en este mundo) británicas.

Ya pesa una orden de aprehensión contra Emilio Lozoya, que en días pasados había sido inhabilitado como servidor público por 10 años, peccata minuta, por la Secretaría de la Función Pública, cosa que cayó como mentada de madre a todo el mundo, porque el caso Odebrecht es como para no olvidarse y 10 años inhabilitado son como un domingo en el parque con un helado de chocolate.

Como todavía habrá un juicio en el caso Lozoya-Odebrecht, aún no sabremos el desenlace de este pedo en un huracán, pero así como no nos sorprende el peculado, corrupción y abusos que en general comete la clase política, tampoco nos sorprenda si al final del proceso legal Emilio Lozoya queda como blanca paloma y los ciudadanos, una vez más, como pendejos.

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.