La comprensión ontológica 28

La verdad está en el corazón.

 

28.1     El principio de todo está en Mileto, el centro genealógico del pensamiento y, a través de la prístina caracterización del concepto de unidad, el origen fundamental de la esencia como la idea verdadera.

La primera escuela filosófica.

El término filosófico arché o arjé significa el principio absoluto. Del tiempo, de la configuración de la realidad y, en términos particulares, la parte determinante en la propiedad de los entes. ¿Cuál es la esencia de la realidad? Tenía mucho tiempo que no redimensionaba la pregunta ni en la forma de su planteamiento, la respuesta a la pregunta por la esencia de la realidad reside en la relación entre los conceptos de esencia y de realidad. Primero hay que resolver la pregunta “¿Qué es la realidad?” y sólo a partir de dicha caracterización cabe preguntarse cuál es la esencia de aquello que ya definimos. La realidad puede caracterizarse de diversas maneras y, necesariamente, la esencia cambia en cada una de éstas. Además hay otra variable: el agente que intenta encontrar o descubrir la supuesta unidad esencial en la pluralidad. Y también consideremos la constante de que el pensamiento no antecede la condición material, e.g., Tales y el mar mediterráneo como el espacio-tiempo determinante en sus intuiciones.

—¿Por qué el agua? —le pregunto.

—Porque así es.

No podría afirmar otra cosa.

—Pero, ¿por qué crees que es el agua?

—Observa, reflexiona y verás

—¿Cómo surgió la idea de que hay una esencia en todo lo que hay?

Me mira, lo piensa y, luego de unos momentos en que repasa previamente lo que va a contestar, confiesa que dicha idea y su identificación con el agua surgieron al mismo tiempo.

—¿No te preguntaste primero por la esencia y, posteriormente, deliberaste entre todos los elementos concluyendo que era el agua?

—No. La esencia se nos presenta con su contenido propio, no como una idea abstracta para que luego haya que ponerle un sustantivo.

—Pregúntaselo a tu discípulo Anaximandro.

—Él no sabe de lo que habla.

—Sin embargo, su caracterización del arché consiste precisamente en lo contrario: el principio de todas las cosas es lo indeterminado, indefinido o ilimitado.

—¿Y qué es más indeterminado, indefinido e ilimitado que el aire? —replica Anaxímenes años después.

—Pues… —les confieso—. Yo creo que los tres están equivocados.

—¿Por qué? —me preguntan al unísono.

—Porque el principio de todas las cosas es el ser.

Es decir, la existencia.

 

28.2    El camión daba tumbos a gran velocidad sobre la lateral del periférico sur, íbamos de pie y yo me sujetaba con todas mis fuerzas mientras Dalia mantenía el equilibrio con natural destreza.

—¿Qué tipo de existencia? —me pregunta.

—¿Te gusta la filosofía?

—Me gusta preguntar.

—Entonces te gusta la filosofía.

—¿Sólo por preguntar?

—Sólo por preguntar.

Lo piensa, me mira y sonríe pegándome en el brazo para que nos bajemos. ¡Vamos! Me toma la mano, nos subimos a otro camión y, luego de que ella paga los boletos, nos vamos hasta el fondo donde hay lugar para sentarnos.

—¿Adonde vamos?

—¿Importa?

Me quedo pensando y, tiene razón, no importa. Entonces le digo:

—Lo importante es que estoy contigo.

Me mira incrédula, luego reacciona y, pegándome en el brazo nuevamente, exclama:

—¡No manches!

—Me caes muy bien.

—Sólo porque te hice el paro.

—No, no es sólo por eso.

Y nos miramos en silencio.

—¡Mira! —ella grita.

Volteo, en la banqueta de avenida San Jerónimo hay una manada de perros y ella los mira con mucho sentimiento, fue cuando comprobé que era diferente. Ya lo sentía pero no lo entendía. Su corazón está en las calles, como yo. Su alma está sentenciada, como yo. Su espíritu es libre, como intento serlo yo.

Nos bajamos en Insurgentes y caminamos:

—¿Por qué siempre estás metido en problemas?

—¿Yo?

—Apenas llevas dos meses y ya todos en la prepa hablan de ti, tienes que hacer algo al respecto si no todos te van a agarrar de pendejo.

—Pero…

—No es que seas pendejo ¿eh? Pero es que a veces lo pareces. Aunque hay otro chisme sobre ti. ¿Quieres saber? Está más cabrón.

—Pues…

—Se dice que mataste a alguien y que por eso no quieres hablar con nadie.

—¡Yo no he matado a nadie!

—Está bien, está bien, no te enojes. ¿Estas seguro?

—Pues claro que sí, por qué lo pones en duda.

—A ver —dice deteniendo el paso, me toma del rostro y me mira directo a los ojos—. ¿Estas seguro? ¿Seguro-seguro?

—¡Sí!

—Pues a lo mejor no de manera intencional pero…

—Pero qué.

—Lo veo en tus ojos.

—Qué es lo que ves —pregunto tras una pausa.

—La muerte.

Quedo en silencio, inmóvil y algo asustado.

—¡Estoy bromeando! —me aclara carcajeando.

Qué.

Y se echa a correr.

—¡Adónde vas!

—¡Ven!

          La alcanzo hasta la explanada de ciudad universitaria, a nuestro lado derecho las luces del estadio y al izquierdo la Biblioteca Central, el edificio de Rectoría y, entre ambas a la distancia, la torre II de Humanidades. Nos sentamos en la bardita de piedra volcánica teniendo de fondo el mural de Diego Rivera “La universidad, la familia mexicana, la paz y la juventud deportista”.

—Somos seres solitarios —me dice—. Por eso te reconocí.

—¿Tú por qué quieres estar sola?

—Por las mismas razones que tú, amigo.

—Yo no te he dado a conocer mis razones.

—Pero que son las mismas. Es decir, lo siento. ¿No te has dado cuenta?

—¿De qué?

—Somos del mismo planeta.

Tiene razón.

“Y sensibilidad”, diría Nietzsche desde el panteón.

Quedamos en silencio, observando el horizonte universitario y cómodamente recargando nuestras espaldas. Cierro los ojos sonriendo. Me gusta su personalidad, su manera de mirar y como alza la ceja cuando reflexiona. Suspiro hondo. Su alma es valiente, su forma de expresión y de enfrentar-se a la vida. Cuando estoy con ella me siento bien. Es natural, sencilla y, a pesar de su rudeza, natural-mente bonita. Me siento muy bien. Es una guerrera de la existencia. Muy bien. Una poetisa revolucionaria:

—Eres raro.

—Lo sé —respondo cabizbajo.

—Ya somos dos.

 

Continúa 29

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".