La humanidad se quiebra frente a la pandemia, pero poco o nada aprende de esta lección histórica que ha puesto al descubierto que el Estado es una construcción destinada a ejercer control social y causar verticalidad del poder público en favor de un grupúsculo societal.
La visión crítica de la realidad, de aquellos que son capaces de advertirle a la sociedad que hemos llegado a una era en que las mascaradas públicas se quiebran, no ha sido suficiente para crear una reacción a nivel mundial que permita reestructurar las reglas de este juego político que se mimetiza para proteger la prosperidad de los menos en detrimento de la vida del tejido social.
Enclaustrados como ostras, los seres humanos no advierten que detrás del fracaso social que le ha propinado la pandemia a nuestro ecosistema político languidece nuestra esperanza y las retóricas utilizadas en los discursos de escritorio en nombre de los desposeídos, aquellos que en realidad sólo son estadísticas para legitimar las acciones aparentes del control administrativo del Estado y su clase política, aquella que hoy justifica los resultados de una pandemia que se ha vuelto un monstruo político, utilizado por los intereses de quienes controlan al Estado para advertirnos que sin ellos nada se puede salvar.
Inútilmente, existe en la mayoría de la sociedad mundial la ingenuidad de una adusta ignorancia, vetusta como la planta del hombre sobre la Tierra, que nos mantiene como párvulos frente al discurso sórdido de las élites del poder, las que hacen de la pandemia el impasse necesario de la reestructuración de su control social.
Los distractores políticos se multiplican para crear espejismos de todos tipos y estereotipos del valor del gobierno, causando, lamentablemente, el estupor y pánico social que evita la comprensión de que la pandemia es una consecuencia del estrés político y económico que las élites le han causado a nuestra sociedad y a los ecosistemas, pues la Tierra nos revela que nada se altera sin consecuencias, en lo inmediato y en lo próximo, por lo que es evidente que lo que hoy nos parece una coyuntura salida de la chistera de un mago, es una realidad cuya frecuencia habrá de emerger con fuerza y celeridad en lo cotidiano.
La irreversibilidad de la realidad es contundente, pero alecciona que ha sido el actuar de las élites del poder que en su conducción social han hecho que la vida cotidiana construida por sus apetitos nos muestre que el Estado como lo conocemos no es un baluarte social y, mucho menos, la guía estructural de lo que debe ser la realidad social.
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Por: Carlos Barra Moulain
Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.
