La polémica de la igualdad

Repensando los diálogos considerables sobre la desigualdad en América Latina, retomo el equívoco de una esperanza social mal asumida.

En los discursos políticos siempre se habla de la pobreza y la desigualdad, lo cual no los vuelve sinónimos ni realidad sincrónica.

La pobreza es una cuestión de carencia material de las personas, no se trata de una estimación valórica de su dignidad, espíritu o intelecto, sino de cuánto se tiene, con respecto a quién se tiene y en qué contexto.

Un multimillonario norteamericano, habitualmente -salvo raras excepciones- es más rico que un guatemalteco, pero ambos son ricos, lo cual hace que riqueza y pobreza tengan que ver con una cuestión material de acceso al consumo y propiedad.

La desigualdad parece no ser un problema económico, sino de acceso al escenario socialmente deseable, pero mantiene una paradoja: si dos fortunas de ricos son desiguales o asimétricas, esto no las vuelve incómodas para sus detentadores; en cambio, si la desigualdad es en la pobreza, uno es más pobre que otro, pero los dos son pobres, esto lastima.

La moraleja del cuento parece indicar que la igualdad de la miseria no es mejor que la desigualdad de la opulencia.

Todo indica que la desigualdad material per se no es dañina, siempre y cuando de lo que se hable sea de desigualdad en una línea de oportunidades mayores a nivel social; si se habla de una desigualdad donde las asimetrías de las oportunidades se mide a partir de la pobreza, en ese momento la desigualdad es dañina, pero no porque establece sinonimia con la pobreza, sino porque estima la pobreza.

Si se pondera la desigualdad como un juego de suma positiva en la competitividad, podría ser estimada a partir de elevar el ánimo social, condición que debe plasmar reglas jurídicas igualitarias, que otorguen piso parejo, de lo contrario, las cosas se enfilan a la opresión del Estado.

¿Es necesario plantear en una sociedad materialista la igualdad en términos de riqueza?

Todo indica que en nuestro paradigma económico sí lo es, eso no lo haría dañino; pero si esto no es acompañado por unas reglas del juego parejas, es decir, sin asimetrías engañosas desde el Estado, las cosas tendrían un sentido distinto de lo que hemos vivido en los hechos, donde la pobreza proviene de la desigualdad jurídico-política desde el Estado.

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.