Menos política y más beisbol

Siempre preferiré al beisbol por sobre la política. El rey de los deportes nunca me ha decepcionado, y la política muchas veces. En el beis no hay medias tintas ni indefiniciones convenencieras, los jugadores batean y  tiran de un solo lado, aquí son zurdos o diestros, nada más; quizá sólo en el caso de los ambidiestros, una rareza en este deporte, se puede optar por batear por ambos lados, aun así la regla indica que siempre el jugador deberá notificar al juez, el umpire, por qué lado se colocará en el plato durante el todo el partido, sin tratar de confundir cambiándose de lado a conveniencia  del pelotero.

Así es el juego de pelota, una actividad lúdica sin simulaciones ni engaños, todo está reglamentado. En el arte de la grilla, por el contrario, todo es posible y jamás metería las manos por la honorabilidad de la clase política. Así, en la polaka mexicana nos pintamos solos para el embuste, el trinquete, las puñaladas traperas, la compra de voto, la concerta-sesión y demás artes malignas, puro juego sucio.  En ese folclórico catálogo de marrullerías está la que se ha instalado como la práctica más cínica de los partidos y políticos: chaquetear, dar bandazo, ir de saltimbanqui al refugio más conveniente. El descaro es tal que en nombre del pragmatismo cualquier combinación, por más antagónica que parezca, es justificada en nombre de la máxima de: “el fin justifica el romance con el otrora enemigo”. Será por ello que en la gruesa piel de estos políticos de la posmodernidad toda acusación se les resbala y reviran con singular descaro apelando siempre a impulsar “el cambio verdadero”, el “sí se puede”, “en las diferencias están nuestras semejanzas” y otras tantas frasecitas hechas que han provocado la total incredulidad del votante que ha dejado de creer en los partidos y se refiere a las opciones como “males necesarios”.

De esta forma, con la concha de una tortuga ninja surgida de las coladeras, asumen la feroz crítica de Cuauhtémoc Cárdenas al señalar con toda claridad que esta etapa del PRD, en donde él se desmarcó hace tiempo, es todo, menos un partido de izquierda.  En otro momento tan violento toletazo hubiera representado una rotunda reprobación y desprestigio a la directiva comandada por la prominente inversionista en bienes inmuebles Alejandra Barrales. Pero en tiempos de conformación de candidaturas y de alianzas estratégicas con el partido más conservador y muchas veces aliado del PRI, incluso cuando Cárdenas pudo ser, en 1988, el primer presidente de la República postulado por la oposición, tales juicios parecen apenas una salva inofensiva que nada daña la actuación del sol azteca en el escenario actual.

La fuerza del tres veces candidato presidencial y primer jefe de gobierno electo democrático no lastima, mucho menos amenaza el proyecto político de la mafia de los Chuchos (Zambrano y Ortega), que desde el comienzo del sexenio de Enrique Peña Nieto dieron muestras de colaboracionismo con el régimen.

El PRI, como los Yankees de Nueva Yor,k son franquicias muy ganadoras, la primera tuvo en Plutarco Elías Calles a su gran líder, un poderoso caudillo del grupo Sonora, recio general que bajo el pretexto de construir instituciones y pacificar el país, se autonombró el jefe máximo de la Revolución Mexicana, pretexto para mangonear a sus sucesores hasta que el hijo le salió respondón (Lázaro Cárdenas); el equipo Yankees tuvo, por su parte, a un robusto bateador que le dio grandeza a base de grandes actuaciones y largos batazos, en aquellos tiempos cuando los jardines eran 100 o 200 pies más profundos que los actuales. El equipo acaparó a jugadores muy talentosos: Di Maggio, Gehrig, Mantle, Maris…y siempre tuvo que demostrar en el diamante que eran los mejores.

Los caudillos sobrevivientes se apropiaron del juego democrático, crearon un superpartido para evitar la competencia de pequeñas fuerzas y se entronizaron en el poder con todas las malas artes; impidieron a sus adversarios por medio siglo una mínima competencia. Fue hasta 1979 cuando el PRI, dueño de todas las canicas y aplanadora tricolor en todos los comicios, impuso sus reglas sin respeto a los principios de equidad de otras fuerzas políticas. Así, más a fuerzas que de ganas, concedió la figura de los plurinominales, aceptó el registro de partidos a los que había condenado a la clandestinidad y modificó la ley para tener un mínimo contrapeso a una longeva historia de monopolio del poder.

Por su parte, los Yankees de Nueva York conformaron un equipo de leyenda que en más de 100 años de existencia como equipo en las Ligas Mayores con esforzadas temporadas, disputando todas y cada una de las jugadas obtuvieron, por méritos propios, 28 campeonatos.

En esta edición 2017, los Yankees con todas sus estrellas, una brillante historia de éxito que no se puede encontrar en ningún equipo en ningún deporte, quedó fuera de la oportunidad de una nueva hazaña. En el séptimo juego de la serie de la Liga Americana, a un tris de llegar a otra Serie Mundial fueron derrotados por un modesto equipo que jamás ha ganado un campeonato. La afición del beisbol siempre añora rememorar la serie más disputada entre los equipos de abolengo, con el mayor número de seguidores en la gran carpa: Yankees y Dodgers. Precisamente esa, en esta ocasón, pudo ser la Serie Mundial más esperada en 36 años, pero los poderosos bombarderos del Bronx les falló el pitcheo en el juego crucial contra Houston, y tuvieron que quedare en la antesala de la gran fiesta. La Serie Mundial 2017 no pudo repetir aquel 1981 entre neoyorkinos y angelinos, esa confrontación que sabe tan dulce porque además el Toro de Etchohuaquila, Fernando Valenzuela fue el serpentienero que doblegó a los Yankees en el vital segundo juego. Difícil, muy complicado se ve que la posibilidad de que se vuelva a repetir aquel duelo, pero así es el deporte. Una contienda donde las dinastías y el legado se hace un lado y nueve jugadores se enfrentan a otros nueve, donde no hay empate, donde hay más lealtad para ganar en el terreno cada entrada.

A veces también los equipos pequeños, como en este caso Houston, realizan una buena temporada y un desempeño óptimo en esos juegos clave, y con toda justicia deportiva ganan el banderín de la liga americana. En la política mexicana siempre ganan los grandes, a veces o casi siempre el mismo, aquí los equipos pequeños no tienen la mínima oportunidad de ganar el campeonato, se compite a la mala por el poder. Ojalá alguna vez el PRI jugara como los Yankees, aunque lo dudo, ellos no tuvieron (ni tendrán) un George Herman Ruth, un Yogi Berra, ni siquiera un jugador de bajo perfil como Steve Sax, que acumulaba muchos errores en la segunda base, pero entregaba el corazón por el equipo. Por eso, nada más por eso prefiero más la pelota caliente, ésta es más divertida y menos sucia.

 

Por: Mario Ortiz Murillo

Por vocación sociólogo, de placer periodista. Soy un adicto enfermizo a las buenas y malas películas, especialmente las de culto (para mí). Me considero plural y lucho, desde mi humilde tribuna, en el aula y en la prensa por promover la tolerancia. Fiel seguidor de los Pumas, el mejor equipo de México y de la mejor institución del mundo, la UNAM. Aunque mi verdadera pasión no está en el deporte de las patadas sino en los batazos y las atrapadas. El rey de los deportes, según mi filosofía, debería convertirse en el deporte nacional y mundial por decreto de la ONU. Cuando esto ocurra, prometo jubilarme y dedicarme a bolear zapatos y arreglar bicis.






TRES BOLAS Y DOS STRIKES - Mario Ortiz Murillo

Por vocación sociólogo, de placer periodista. Soy un adicto enfermizo a las buenas y malas películas, especialmente las de culto (para mí). Me considero plural y lucho, desde mi humilde tribuna, en el aula y en la prensa por promover la tolerancia. Fiel seguidor de los Pumas, el mejor equipo de México y de la mejor institución del mundo, la UNAM. Aunque mi verdadera pasión no está en el deporte de las patadas sino en los batazos y las atrapadas. El rey de los deportes, según mi filosofía, debería convertirse en el deporte nacional y mundial por decreto de la ONU. Cuando esto ocurra, prometo jubilarme y dedicarme a bolear zapatos y arreglar bicis.