No se equivoquen, él es el presidente

Pese a que vivimos un momento cruento en la humanidad y que México atraviesa por una reestructuración político-social tenue que ha sido denominada 4T, evocando a una re-evolución de la nación, lo cierto es que los usos del poder y sus estructuras no han presentado los cambios significativos que demanda un país que se niega a abandonar el pasado político incierto que lo tiene postrado.

La hipótesis crítica de este escenario tiene que ver con el hecho de que el presidente de la República sigue siendo el arquetipo mesiánico, el ungido por Dios que tiene todas las respuestas y soluciones, aunque tales respuestas y soluciones nos lleven a extremos inenarrables de angustia y depresión social.

El presidente sigue siendo no solo el representante del Poder Ejecutivo, sino el guía material, moral y espiritual de la nación, que desde su púlpito rige el destino de millones de mexicanos y moraliza, inclusive, a las fuerzas opositoras que no advierten que la verdad está en sus palabras y actos. ¿No es acaso esto cierto cuando hemos visto por décadas cómo las personas se le acercan al presidente para expresarle sus problemas en una gira o mitin político?, ¿no es verdad que el presidente y su réplica social es prácticamente verdad creada?

No se equivoquen, él es el presidente, así es como se le mira hoy a Andrés Manuel López Obrador que, pese a haber insistido desde décadas antes de su ascenso al poder que su mandato sería la voluntad del pueblo, hoy se enfrasca muchas veces en tratar de imponer su voluntad, pese a que las circunstancias de la realidad social sean otras.

Tal parece que separarse del púlpito presidencial no le ha sido posible a los presidentes de México, que no han podido limpiar la personificación de su poder y, desde luego, lógicas y sus apetitos humanos; condición que a la postre en el país ha resultado insalubre y ha causado una estela de corrupción, o al menos de desvirtuar el mandato y juego de pesos y contrapesos políticos que en el fondo no es otra cosa que la medida cautelar de la política para evitar excesos y abusos de poder.

López Obrador, en este sentido inercial del poder político en México, no es distinto a sus antecesores en el cargo; denota que la silla presidencial tiene en el águila suspendido al presidente y lo lleva por el cielo para mirar desde su panóptico lo que sucede con el ajedrez político, condición lejana y distante, tan distante como ha sido el pueblo para la clase política por generaciones. 

¿Cómo darle piso firme al mesías político? Mientras la ciudadanía no haga respetar el contrato social desde su conciencia vigilante, el presidente de la República desde su silla dictará sus palabras como si éstas fueran la voz del pueblo.

 

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.






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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.