No somos una especie monógama

Mucho antes de los homínidos, las disputas por las hembras se presentaban en diferentes especies y pocas de ellas vivían en parejas; estas disputas estuvieron y están presentes en nuestra especie desde su aliento primitivo por la lucha irrestricta de apareamiento

Para la primacía del macho, el acto de aparearse constituía y constituye un signo de poder y dominio, y en nuestros días es un capital de prestigio tácito en su propio género, e incluso al frente de él, porque para muchas mujeres un hombre con historial de apareamiento es un éxito seguro.

Entonces, ¿por qué el vuelco civilizatorio hacia la monogamia? Hay dos causas concretas: el camino de los primeros homínidos se centra en la lucha violenta por las hembras y ya en el acto civilizatorio se impuso la estructura religiosa en occidente, donde inclusive el celibato eclesiástico influye para el mito de la pureza, pero esconde la centralización económica al no existir descendencia y, por ende, herencia, lo que hace que la Iglesia concentre riqueza.

Nietzsche advirtió desde el crepúsculo de los ídolos cómo la apertura al conocimiento era capaz de fracturar la moral heredada de la Iglesia hacia la sociedad; no tuvo empacho, incluso en “Mi hermana y yo”, de advertir que el deseo sexual va más allá del parentesco y su convencionalismo victoriano, condición expresa en sociedades africanas y orientales.

El mundo musulmán desveló, sin hipocresía, que la monogamia era la antítesis de nuestro bionatura; que los apetitos sexuales que en Freud tenían rostro de libido y ritual social del tótem y el tabú, trazaban la línea de la poligamia como una condición deseable, pero que en occidente se topaba con la asignación del rol de la familia monógama.

Con el arribo de musulmanes a España y Francia en los años 60, las sociedades europeas censuraban las relaciones poligámicas, incluso llegaban a imponer condiciones legales y de censura moral, eclesiástica y social. Pero el portal se había abierto y pronto en países como Estados Unidos comenzaron a formarse familias poligámicas, habitualmente donde un hombre vivía con dos o más mujeres.

Recientemente, las parejas poligámicas en sus rasgos múltiples (un hombre con dos o más mujeres, o viceversa) como relación abierta denotan una deconstrucción de los antiguos roles impuestos de la monogamia, condición que la sociología ha expuesto, pero también apunta a una nueva era de relaciones y roles sociales.

Históricamente, las pruebas empíricas de que no somos una especie monógama están a la vista; más aún, observamos a la infidelidad y al apetito sexual en lo cotidiano desde cualquier orden civilizatorio demarcando la poligamia, ¿acaso no hemos visto y experimentado que, a pesar de una pareja estable solemos sentir apetito sexual y atracción hacia otras personas?

Hoy, que la apertura hacia nuevas configuraciones de género está presente y se encuentra modificando y ampliando los entramados jurídicos, estamos en la puerta de la poligamia legal.

 

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.