Pinocho y la inteligencia artificial

Si bien tiene detractores y distintos ángulos oscuros, no podemos negar que la inteligencia artificial es un salto cuántico en la historia de la humanidad.

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.

El amor a la vida y por la vida prevalece en la mirada de nuestros hijos, estrellas luminosas del prodigio de la existencia humana.

Pinocho es el hijo imaginario que desde las entrañas del amor se concibe en la creación artificial de la mente de Gepeto, para trazar desde el animismo de la carpintería el muñeco de madera cuyos ojos de niño estremecen el alma de los sueños rotos, aquellos que sólo la vida humana puede sentir, aquellos que sólo los seres humanos podemos convertir en realidad.

Pinocho, desde la inteligencia, se convierte en la expresión de la creatividad, pero no puede trascender porque carece de vida, de ese continuo existir que distingue a los seres vivos y, en especial, a los seres humanos, condición enigmática que rebasa las hipótesis científicas, pero que ha impulsado a la humanidad hacia la búsqueda de la trascendencia para preservar el privilegio de vivir.

En esta búsqueda por hacer de la vida el espacio que dignifica y construye el porvenir, la ciencia aplicada ha dado uno de los saltos cuánticos más osados de la historia: la inteligencia artificial.

La innovación científica de la inteligencia artificial oscila en dos posturas a nivel social: por una parte aquellos que con escepticismo creen que no es posible crear un mundo mejor con respuestas abiertas, e inclusive que perciben este avance científico como destructivo y enemigo de la humanidad; por otra parte, se encuentran los que han percibido que la humanidad se apresta a una profunda reestructuración social, porque este nuevo conocimiento será capaz de instalar a las sociedades en una era de progreso ilimitado, porque la inteligencia humana habrá de ser redimensionada, al grado de que seremos los nuevos pioneros de la ciencia aplicada para transformar a la humanidad.

La metáfora de Pinocho es la inteligencia artificial, sólo que esta vez la humanidad se encuentra a un paso (en tiempo y espacio científico) de potenciar la vida para crear mejor vida; si bien es cierto que no podremos hacer de la robótica el Pinocho que cobra vida humana, sí podremos hacer de la vida humana la expresión inconmensurable de la libertad de nuestra inteligencia, presta para crear sociedades de vanguardia y preservación de una vida digna.

No estamos en una era de neo-maquinismo como el ocurrido en el siglo XIX; por el contrario, la inteligencia artificial habrá de crear mayores oportunidades de desarrollo social, lo mismo en la economía que en la educación o la cultura, porque sabemos que lo vital es preservar una sociedad global que perdure a través del conocimiento científico como herramienta de armonía social.

La robótica y sus robots están adquiriendo un espacio de aprecio social inusitado; estamos experimentando en la robótica, desde hace décadas, inventos que han ido abriendo paso a una nueva mentalidad, como en el campo de la ingeniería biomédica, la medicina, la arquitectura, computación, e inclusive en los campos del saber social que parecen distantes o ajenos a la realización y aplicación de la inteligencia artificial como el arte o la cultura.

Si Julio Verne viviera, se percataría de que sus narrativas de grandes utopías no sólo son posibles, sino que cobran vida cada vez que el conocimiento científico se asume como una expresión vital de la preservación de la humanidad, esto es claro y absoluto desde una prótesis que le devuelve el caminar a una persona con discapacidad motriz, hasta los automóviles de energía limpia que comienzan a circular en todo el planeta.

No nos puede sorprender que con la inteligencia artificial Pinocho es la realidad consumada que advierte que la humanidad, cuando piensa con el corazón solidario, puede -y en los hechos lo hace-, hacer del planeta la gran utopía del prodigio de pensar.

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.


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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.