Ser y Devenir 90

El futuro incendio cambió el estado de cosas en el rancho, evidenció la nula planeación de los trabajadores ante desastres y, para bien de ellos, replanteó sus condiciones laborales. Salarios, jornadas y prestaciones, todo fue puesto a revisión y se formularon nuevos contratos colectivos a través de la Secretaría del Trabajo. Hubo sanciones económicas por el evidenciado trabajo infantil, restitución de innumerables pagos retenidos arbitrariamente y, lo más sorprendente, la restitución de la plusvalía a los trabajadores aunque sólo en la ganadería. El incendio fue como una revolución. Y en realidad lo fue.

la iniciaste. ¿La revolución o el incendio? ¿Hay alguna diferencia? Tenía que hacerlo. ¿Tenías? Teníamos que hacerlo.

Conocía todo el rancho, al menos con la vista, sin embargo, lo hice por completo hasta que recorrí sus linderos en compañía de mi abuelo. Ambos a caballo, escoltados por Fidel y un muchacho indígena, lo recorrimos todo el día, ascendiendo y descendiendo montañas, planicies y cañadas, empero, la dificultad del camino no importaba, yo era plenamente feliz porque tenía el caballo más hermoso del mundo. Tezca, el potro negro.

—Hola, niño.

—Hola, abuelo.

Sobrevino un silencio tan profundo que se escuchaba con total claridad hasta el más mínimo ruido de las diminutas brasas en la chimenea.

—¿Ya comiste? —me preguntó.

—Desayuné tarde.

—Yo no he comido.

—¿Quieres que te acompañe?

Y, luego de pensarlo como si se tratara de un complejo negocio, asintió con la cabeza luego de frotarse la barba, la barbilla y finalmente los dedos.

—¿Comes carne? —me pregunta mientras se sienta.

—Sí.

—Yo no —dice con pesadumbre.

—¿Por qué?

—Tengo gota.

En eso nos pareceremos.

Mientras comíamos lo miraba. Su sombrero colgado en un pequeño perchero a su lado, su mano izquierda abajo, como sosteniendo un arma, y su gabardina colgada en el respaldo de su asiento, rozando el suelo. No levantó la mirada ni por un momento mientras estaba comiendo, y comía rapidísimo. Apenas yo estaba con el primer plato (sopa de haba) y él ya estaba con su plato fuerte (huitlacoche, hongos y flor de calabaza), yo en el plato fuerte (cecina de venado con enchiladas y papas con queso de cabra en salsa de habanero) y él acabando un helado de chocolate, su postre favorito.

—Tampoco puedo comer chocolate —confiesa— pero no me importa.

Luego sacó una bolsa con tabaco natural, forjó un cigarro y se puso a fumar, fue hasta ahí cuando re-comenzó a hablar.

—¿Ya re-conociste el rancho?

—Lo he estado recorriendo.

Otro silencio y, nuevamente, nuestra conciencia intencional de los más diminutos sonidos. Hasta percibía el ruido de su tabaco consumiéndose.

—Te tengo un regalo —dice aventando el resto del cigarro a la chimenea.

—¿Un regalo?

—Sí.

—¿Para mí?

—Sí.

—¿Por qué?

—Es un regalo de bienvenida.

Salimos al patio, nos dirigimos a los caballos y comprendí la especulación sensible de mi intuición. El potrillo negro era mi regalo. No podía creerlo, me sentía feliz y, sorpresivamente, abracé a mi abuelo, quien se quedó completamente quieto.

 

Continúa 91

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".