Tesorera de la UAEH: ¿delincuente al amparo de Sosa?

Abundan las dudas sobre la detención de Gabriela Mejía Valencia, tesorera de la UAEH, quien no quiso descender de su camioneta por “temor”, lo que no dijo es a qué se debía, si acaso temía que encontraran lo que llevaba en maletas; algunos dicen que se trataba de dinero, otros hablan de propaganda o de listados de números de credenciales para compra de votos.

Rumores continúan saliendo de todos los rincones, pero la tesorera dijo que “venía de Tulancingo” de reuniones de trabajo, por eso varios de sus compañeros venían detrás de ella y notaron el percance vial que protagonizó.

Su conducta no sólo fue violenta, pues también hizo notar que escondía algo; la premura de montar un circo mediático fue claramente para ocultar uno más de los delitos de la Sosa Nostra. Por todos es sabido, además, que Mejía Valencia se ha beneficiado de su cercanía con Gerardo Sosa, así como sus familiares y amigos.

Qué complejo tan grande debe poseer Gerardo Sosa Castelán que para tratar de borrar su imagen de porro decidió ser mesías de un “círculo intelectual”, pero la realidad es que su pasado lo persigue y condena: nunca dejó de ser el brazo armado del PRI o de comandar jóvenes golpeadores que ahora hace rectores.

Gabriela Mejía Valencia, en un discurso ridículo, dijo que comprendía a los policías que hacían su trabajo y que podían perderlo si no la arrestaban, y así es: el trabajo de los elementos de seguridad es arrestar a presuntos delincuentes y también habrá que comprender a “la pensante”, pues podría perder su trabajo si no sigue el circo para ocultar lo que llevaba en su automóvil.

Habrá que comprender a los cientos de empleados de la universidad, que si no cumplen las indicaciones de Gerardo Sosa podrían perder su empleo, si no comparten sus “estrategias” digitales podrían perder su empleo, si no acuden a los mítines políticos y acarrean alumnos podrían perder su empleo, si no muestran “indignación” podrían perder sus becas, si no aplauden podrían perder sus becas.

La Sosa Nostra representa el peor mal de Hidalgo, sólo comparable con la presencia de un cártel de narcotráfico, porque también olvidan que fueron ellos los detonadores del narcomenudeo al colocarse la ciudad universitaria como uno de los puntos más importantes para esta actividad ilegal. ¿Complicidad o desconocimiento?

Olvidan que están señalados por sospechas de lavado de dinero y que por eso la máxima casa de estudios está en números rojos; la costosa vida de Sosa Castelán no se paga sola y sería imposible que con el sueldo de un jefe de patronato universitario pudiese sostener ese estilo de vida.

Ahora el personal administrativo sale perfumado y trajeado, pero se les olvidan las borracheras que ocurrían en instalaciones unviersitarias con la protección de la Sosa Nostra; presumen promedios de excelencia cuando todos saben que los maestros no podían bajarles un solo punto o “se los madreaban”; se erigen como modelos de integridad cuando sus puestos se los deben a tórridos noviazgos; pasean arrogantes como rectores y se les olvida cómo andaban amenazando a madrazos y a punta de pistola; vitorean sus becas universitarias cuando han sido asignadas a familiares y amigos; vociferan contra  el gobierno cuando son más corruptos que cualquier otra institución y aplauden como chango bien amaestrado al candidato de MORENA cuando antes fueron sus acérrimos detractores. A tragarse todo para que el jefe no los mire mal ni tengan que llorar e hincarse para suplicar no perder su trabajo, así es más cómodo: venderse.

La universidad no tiene víctimas bajo arresto, tiene una de las más grandes delincuentes en la entidad bajo arresto; la encargada del tema de finanzas de la UAEH, que sabe adónde se desvían los recursos, o tal vez hasta fue ella quien los desvió, y  es la operadora y compradora de votos, según los rumores que se escuchan. Toda una pilla resultaría la tesorera.