El epitafio de los empresarios llorones

Cuando la fortuna se hace al amparo de la política y de la miopía social es fácil volverse rico o acrecentar la fortuna patrimonial.

La disputa por el nuevo aeropuerto, donde el peso político ha vencido al capital financiero, tiene varias esteles escondidas donde no caben los lloriqueos de los empresarios que airadamente quieren hacer parecer desde sus organizaciones que el apocalipsis de México y el inframundo se aproximan; en suma, que nos va a llevar la chingada.

Pero, a calzón quitado, los negocios leoninos de los inversionistas y empresarios sobre el aeropuerto de Texcoco son una copia de muchos donde se compran terrenitos a precios de huevo, para después hacer fortunas millonarias al amparo del Estado, cosa que sabemos todos, pero que hasta ahora ninguna clase política en turno ha sido capaz de poner freno, porque habitualmente, la clase política es juez y parte.

En pocas palabras: la neta es que a los inversionistas y empresarios se les fue de las manos uno de esos jugosos negocitos donde se cometen toda clase de tropelías al amparo del Estado, por lo que sólo quedó de hacer tripas corazón y tratar de ver qué oportunidades ofrece la infraestructura que se va a quedar varada en Texcoco y ver la posibilidad de construir otra cosita, al tiempo que seguirán de cerca el movimiento hacia Santa Lucía y Toluca, donde quizá se pueda rescatar alguna lanita.

Lo que caga el alma es que diferentes representantes empresariales han querido hacer del fin del proyecto de Texcoco poco menos que el apocalipsis, cuestión absurda porque México no inicia ni termina en un aeropuerto, por lo que este puto lloriqueo sólo es el rebuzne melancólico de que por vez primera no han hecho con el Estado lo que han querido, condición que puede ser la antesala para meditar que la era de los grandes negocios, de las licitaciones a modo y de las mordidas fértiles puede llegar a su fin.

El epitafio de los empresarios llorones es claro: en el lago de Texcoco se construyó una tumba de agua, donde el que invierte se lo lleva la chingada.

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Por: Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.






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CRONOS - Carlos Barra Moulain

Carlos Barra Moulain es Dr. en Filosofía Política, su ciudad natal es Santiago de Chile, encuentra en el horizonte social su mejor encuentro con la historia y hace de las calles el espacio de interacción humana que le permite elevar su conciencia pensando que la conciencia nos ha sido legada por los otros.