El “secuestro” de La Beba

En medio de la habitación, Higinio Luna le contaba a Lucrecia sobre el secuestro de su sobrina, “La Beba” Luna. Esos momentos para Higinio eran el cielo de la relajación, bebiendo whisky con su confidente, dejando de lado las presiones del ser presidente de un municipio inundado de inseguridad.

“La mera verdad, estaba trabajando cuando sonó el teléfono, pensé: ‘No quiero contestarle a Magdalena, me harta su cantaleta de un Baile de Primavera, de por sí todo San Nicolás hace chistes de lo mandona que es mi hermana como pa´ cumplirle el caprichito’, pero al final tomé la llamada.

-¡Higinio, no aparece “La Beba”! Hablé con ella hace tres horas, ya fui a la universidad a buscarla y me dijeron que salió de clases al mediodía.

-¿Estás segura? A lo mejor nomás se fue con sus amigas.

-¡Dile a tu pinche policía que se salga a buscarla!

“Pasaron horas sin noticias, mi hermana estaba como loca, era la primera vez que pasaba tanto tiempo sin saber de su hija, hasta me entró el remordimiento por lo delnegocio con los oficiales, hacer la vista gorda por el robo de tantito petróleo y algunas vaquitas, además, mi compadre que me dejó su lugar había hecho lo mismo, me dijo que eso se heredaba, pero ¿y si por eso se habían llevado a La Beba? Fue cuando mandé traer al comandante, que me dijo:

-Jamás, mi presidente; te doy mi palabra de caballero de encontrar a tu sobrina, esto no tiene ninguna relación con nuestros negocios. Si te traiciono a ti estaría traicionando a todos los demás, ya estaría encajuelado.

-Con tu vida me respondes, cabrón.

“Me sentí bien fregón cuando ví al comandante todo pálido, se sentía muy chingón siendo policía protegido por sus negocios con altos mandos. Figúrate que cuando llegó al pueblo me pidió una partida hasta del presupuesto.

-Higinio, no te vayas a enojar conmigo, pensé que era un castigo para Magadalena por andar siempre de juzgona en todos lados, hasta lo que no come le hace daño. Ya ves como armó el chismerío por lo nuestro…

-Esa Magdalena siempre ha sido igual, a lo mejor se siente mal por feita.

-Feíta pero bien que se escapó con Juan López, nomás que luego la regresó porque se iba al otro lado.

-¿Será por eso que quedó así?

-Síguele con lo del secuestro.

-Bueno, pues no pasó ni hora de mi orden pa´ que empezaran a catear casas, interrogaron a todo sospechoso sin miramiento, utilizaron contactos en todo el estado para rastrear alguna pista.

“Al otro día el comandante me pidió verlo en barandilla bajo estricto secreto. Antes de llegar me empecé a acordar de todas las historias de secuestradores que si mutilan a la gente o los matan… dicen que hasta los vuelven locos.

-Aquí está “La Beba” intacta, señor presidente -decía enérgico y orgulloso el comandante-, nada más ahora pregúntale dónde jijos anduvo dos días.

-¡Tío, perdóname!, te ruego no le digas a mi mamá, síguele con lo del secuestro, al fin que hasta te ves como héroe de San Nicolás.

-Comandante, que tu gente la lleve a su casa y regresa.

-Señor, la niña no quiere decir la verdad, cuando la encontré estaba tomando el sol con sus amigos y ella jalando todas las cochinadas que se metió. Aunque tiene razón, mire, mi presidente: si seguimos con el cuento del secuestro nos vamos a ver bien fregones en los periódicos, así como superhéroes. De paso tapamos los rumores de la gente, que anda  muy boquifloja y ya hasta se habla de eso en las oficinas de la capital. Higinio, pa’ pronto, somos noticia todos los días porque nos quieren quitar la plaza, ocupa esta noticia para tapar las otras.

“Ahí decidí no desmentir nada, porque fíjate, mi Lucrecia, cómo quedaría yo por las burradas de “La Beba”. De por sí en el municipio se la pasan quejándose por todo, hasta pensé en inventarme una amenaza de bomba para el siguiente Grito de Independencia. Soy un chingón, eso que ni qué”.

Lucrecia se paró por otra botella para después preparar la tina con agua caliente para su generoso amante, a quien le aguardaba un largo día de trabajo.

Por: Martha Sáenz

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