La suerte del novato

En 1981, Fernando Valenzuela logró una hazaña que difícilmente alguien igualará en las ligas mayores: ganar ocho juegos consecutivos, cinco de ellos por blanqueada. El robusto joven novato, de apenas 20 años de edad, dueño de un brazo zurdo portentoso y una cara de niño regordete; el de mirada al cielo rompía la presión masticando goma de mascar, con descaro de la juventud doblegó con su tirabuzón a las estrellas de los ochenta, en el mejor beisbol del mundo. Algunos opinaron que ese arranque tan fantástico no era más que “suerte de novato”.

La constancia del Toro de Etchohuaquila se extendió juego tras juego para abrir por derecho propio el Juego de las Estrellas, además el audaz novato conquistó el mejor récord de toda la liga nacional de ganados y perdidos; conquistó la victoria en el juego definitivo de los playoffs contra los Expos de Montreal y para rematar la más impresionante temporada: devolvió a los Dodgers a la contienda luego de perder los dos primeros juegos en la Serie Mundial contra los siempre poderosos Yankees de Nueva York. Valenzuela tiró el tercer juego durante toda la ruta en una cardiaca demostración de pundonor y coraje, se levantó con el primer triunfo para los Dodgers, luego éstos obtuvieron la motivación necesaria para ganar la Serie Mundial.

En síntesis: Fernando era un genio de la lomita, no puede regateársele ningún mérito luego de demasiados logros para pensar que era simplemente suerte de novato. En justicia a ese año de ensueño, la liga se rindió ante el gigante de Sonora y le otorgó todos los premios posibles: Cy Young (galardón al mejor pitcher de la Nacional), Novato del año, Bat de plata, Guante de oro y anillo de ganador de la Serie Mundial. Nunca fue suerte de rookie, no le hubiera alcanzado para triunfar en tantos juegos, tantas temporadas, tantas asistencias a juegos de estrellas, tantas franelas, tantas ligas, tantos juegos completos, tanto sacrificio.

En México algunos rostros del roster político lucirán como novatos, supongo que con menos suerte que el superdotado gordo de Etchohuaquila. Aquí un breve análisis de las cualidades beisboleras de los nuevos rostros de la política.

Ricardo Anaya: De apariencia tierna e inocente, parece que nunca ensucia el uniforme, pero tiene mañas y manías que alteran mucho a sus adversarios, incluso sus propios compañeros. Batea poco y débil; de los esforzados para llegar al .280, siempre está detrás de las señalas del coach. Incapaz de iniciar una ofensiva por su cuenta, se refugia en aliados del equipo zurdo para respaldar su limitado juego. Con el guante acumula errores infantiles, pero su principal cualidad es embasarse  a costa de recibir golpes del contrario. Una vez en los senderos siempre buscará el robo de base, aunque tiene más intentos que estafas. Con escasas posibilidades de pegar cuadrangulares, ausente de poder en sus delicadas muñecas, se ve difícil que la saque del campo y menos para dar el gran slam. Su débil físico apenas le permite pegar algunos hits fuera del diamante, la mayor parte de sus imparables se producen por la velocidad de sus piernas (especialista en hits de piernas o infield hits). Corre mucho, corre siempre y hace poco equipo con sus compañeros, lo consideran un jugador egoísta, sólo juega para él.

Miguel Ángel Mancera: Tiene pinta de un jugador de época. Ostenta una mejor imagen para lucir el uniforme que cualidades para fildear y batear. Como pitcher abridor le cuesta mucho llegar a las 90 millas, lanza por debajo del brazo con poco control y otorga demasiadas bases por bolas. Por extraño que parezca, es un lanzador ambidiestro, nunca se sabe qué mano utilizará para lanzar. Prefiere el lado de los zurdos, el que debería ser su brazo natural; sin embargo, se asume como ciudadano y también las tira por la derecha, a veces hasta con más fuerza. Ya le han pedido que descanse el brazo izquierdo y se declare peñista, derechista y pragmático. Agotado con una temporada donde no logra alcanzar las seis entradas, difícilmente llegará a culminar el juego. Por su expresión de cansancio pide a gritos que lo releven.

Armando Ríos Píter: Pelotero sin compromiso, juega en el equipo del gobierno federal, con la izquierda y ahora defiende el de los independientes. Con limitado poder en el bat, se convierte en un sustituto para competir por la jefatura de la ciudad, al gobierno de Guerrero, la Presidencia de la República y al cargo en competencia donde lo coloque el bombardero de Macuspana. Pocas cualidades ofensivas, sólo sigue las órdenes del coach: avanzar compañeros y buscar el toque de bola. Especialista en jugadas de sacrificio.

 

En próximas entregas describiremos las cualidades de quienes aparecen en el line up de la temporada 2018. Mientras tanto, que los dioses protejan a los Yankees de Nueva York y veamos, como en 1981, la Serie Mundial soñada con los acérrimos rivales: los Dodgers de Los Ángeles. Ahora sin Valenzuela, parece difícil emular la hazaña del mejor novato que ha vestido la franela del equipo angelino. Si no, al tiempo.

Por: Mario Ortiz Murillo

Por vocación sociólogo, de placer periodista. Soy un adicto enfermizo a las buenas y malas películas, especialmente las de culto (para mí). Me considero plural y lucho, desde mi humilde tribuna, en el aula y en la prensa por promover la tolerancia. Fiel seguidor de los Pumas, el mejor equipo de México y de la mejor institución del mundo, la UNAM. Aunque mi verdadera pasión no está en el deporte de las patadas sino en los batazos y las atrapadas. El rey de los deportes, según mi filosofía, debería convertirse en el deporte nacional y mundial por decreto de la ONU. Cuando esto ocurra, prometo jubilarme y dedicarme a bolear zapatos y arreglar bicis.






TRES BOLAS Y DOS STRIKES - Mario Ortiz Murillo

Por vocación sociólogo, de placer periodista. Soy un adicto enfermizo a las buenas y malas películas, especialmente las de culto (para mí). Me considero plural y lucho, desde mi humilde tribuna, en el aula y en la prensa por promover la tolerancia. Fiel seguidor de los Pumas, el mejor equipo de México y de la mejor institución del mundo, la UNAM. Aunque mi verdadera pasión no está en el deporte de las patadas sino en los batazos y las atrapadas. El rey de los deportes, según mi filosofía, debería convertirse en el deporte nacional y mundial por decreto de la ONU. Cuando esto ocurra, prometo jubilarme y dedicarme a bolear zapatos y arreglar bicis.