¿Por qué hasta ahora, presidente?

El mensaje que dio el presidente Enrique Peña Nieto a la nación después de una serie de actitudes groseras e irrespetuosas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, para con los mexicanos termina con una frase que emociona y compromete: “Nada ni nadie está por encima de la dignidad de México”.

El mensaje tiene sustento doctrinario, argumentos sólidos para fijar una postura de dignidad ante lo que es concretamente una provocación, no de una nación, sino de un jefe de Estado calificado con todas sus palabras en este mensaje como “frustrado” por cuestiones de política interior de su país y al que se le exige se dirija a su gente, no a los mexicanos, donde Peña precisa que como presidente de México no va a permitir que la retórica negativa defina nuestras acciones.

Claro, contundente, Peña le advierte a Trump que ya basta de intervencionismo en la vida de nuestro país, con la convicción de que los mexicanos podremos estar enfrentados por muchas cosas, y más en tiempos electorales, pero cuando se trata de defender la dignidad de México se acaban las divisiones y somos un solo pueblo y un solo corazón.

Invoca el presidente la convicción de quien le suceda, del partido que sea, pues tienen la misma convicción histórica y de sangre de defender la dignidad del país por encima de todas las cosas y puntualiza lo que cada uno de ellos ha dicho sobre el particular, en que se olvidan de sus banderas partidarias para hacer valer la insignia tricolor, con su águila devorando la serpiente del odio y la incomprensión.

De verdad, presidente Peña, fue y es un buen mensaje, a la altura del líder que quiere México en momentos como éste. Inteligente, sólido en su estructura, pero sobre todo profundamente nacionalista y de un buen mexicano.

Con certeza afirmó que no somos un país belicista y que nuestra apuesta es el diálogo y el acuerdo, no la confrontación, y que no se aceptan amenazas o faltas de respeto hacia México.

Peña subraya la disposición de nuestro país para negociar, pero con respeto, convencido que en el diálogo y el acuerdo está el camino para que a las dos naciones les vaya bien como socios y amigos.

Lo que se espera es que este pronunciamiento lo entienda el mandatario del país vecino, porque los mexicanos lo entendimos perfectamente y sobre todo lo sentimos como una respuesta acertada de quien se puso correctamente en su responsabilidad de líder de un gran pueblo como el nuestro.

El mensaje de Peña Nieto está bien dicho porque se nutre de la inteligencia en su estructura argumentativa y del corazón, porque plantea con claridad absoluta que nada puede estar encima de la soberanía y la dignidad de México.

Indudablemente, el jefe de la nación supo estar a la altura en este momento histórico y así se nota en las reacciones de apoyo de los candidatos a sucederlo. Desde luego, este discurso no va a salvar su sexenio de las fallas que tiene, pero bien puede ser el cierre de su administración, en la que queda de manifiesto que en Los Pinos estuvo un presidente nacionalista y fundamentalmente un buen mexicano.

Y si acaso queda el cuestionamiento: ¿por qué hasta ahora, cuando faltan unos cuantos metros para terminar la carrera y con la pelea casi perdida, aparece el presidente que todos esperábamos: nacionalista, decidido, contundente en sus afirmaciones, profundamente comprometido con lo que es nuestro país en su historia y fuerte en su soberanía y futuro?

¿Por qué hasta ahora, presidente?, ¿por qué?