Sindicato, ¿para quién?

En días recientes, Octavio Castillo fue nombrado el nuevo dirigente del Sindicato de Personal Académico de la UAEH (SPAUAEH), suceso que pone los reflectores sobre la historia y el papel de esta organización y el impacto que tiene en la vida institucional de la universidad.

Históricamente, los sindicatos tienen como principal función defender los derechos de los trabajadores frente a un empleador y buscar los máximos beneficios para sus integrantes. Sin embargo, la crisis laboral en países como el nuestro ha llevado a que exista también una crisis del sindicalismo y de los fines que defiende.

Entre rumores, se sabe cómo funciona el sindicato de la universidad y del tortuoso camino que hay que atravesar para ingresar a él. Sobre todo, cuando se trata de los trabajadores de la nueva generación. El favoritismo y el compadrazgo están a la orden del día y existe una gran división en el ambiente laboral que separa a los trabajadores que tienen derecho al sindicato y los que no.

Y es que las diferencias son notorias, los beneficios a los que se acceden desde el sindicato no son equiparables a los beneficios de un trabajador que no pertenece a él, para lo que cabe mencionar que la UAEH tiene una enorme lista de personas en espera de unirse a las filas de los sindicalizados.

Aunado a todo esto, existen sucesos que dejan ver la vocación del sindicato universitario, que parece haber avanzado a un sindicalismo de promoción de intereses personales disfrazados de institucionales, en el que la defensa de los intereses de los trabajadores que realmente lo necesitan pareciera ser el último de sus objetivos.

Esta conducta organizacional se explica cuando los sindicatos defienden intereses llamados “transprofesionales”, es decir, que afectan al colectivo social y convierten a la organización en una institución para la interferencia política. El sindicato debe defender siempre a los trabajadores y no utilizarlos para cumplir con los fines políticos de una organización.

Con un nuevo mandato, el SPAUAEH tendrá nuevas responsabilidades, pero el reto mayor será ganarse la confianza de todos los trabajadores que al no pertenecer a él han sido segregados y sobreexigidos

en sus méritos para avanzar en la larga lista de espera de solicitantes.

Por ello, es un buen momento para repensar aquella vieja frase de Marx: “Trabajadores, únanse, no hay nada que perder, excepto sus cadenas”.