Beatriz Gutiérrez Müller, ¿la nueva pluma de la historia de México?

La historia oficial en México, esa que se enseña como dogma en los libros de texto gratuito en las escuelas primarias, ha sido desde el origen de este material de lectura masificado de la SEP una cínica apología del partido oficial y los gobiernos posrevolucionarios, entiéndase una veneración a la cuasidictadura priísta.  Ya se sabe que la historia la escriben los vencedores, en este caso fueron los corruptos caudillos que concentraron el poder de todas las facciones encabezados por Plutarco Elías Calles quienes decidieron escribir sus leyendas de liderazgo hegemónico en un discurso ideológico basado en esa construcción teórica llamada “nacionalismo mexicano”.

Así, los que se montaron en la construcción de un poderoso partido diseñado ex profeso para perpetuarse hasta acabar el siglo, trabajaron en paralelo para ir fijando en el imaginario social y en los libros de primaria y secundaria una versión de los hechos del siglo XX saturada de imaginación y fantasía, en la que los autoritarios gobernantes, corruptos presidentes y funcionarios de cada sexenio aparecen investidos de héroes y mártires que construyeron las grandes instituciones nacionales con la pureza de los principios de la Revolución Mexicana.

La narrativa de la epopeya tricolor se apoyó de notables intelectuales de gran prestigio; se trataba de asegurar el legado de la clase política que se transformaría de un puñado de caciques regionales en respetables constructores de la nación. Así se construyó una historiografía oficialista y quienes aprendimos historia en esos compendios de culto a Carranza, Villa, Cárdenas, Obregón, Calles, Ávila Camacho, Alemán, Ruíz Cortines, López Mateos, Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo… nos recetaron la vida y obra de sexenios en los que las crisis, guerrillas, guerra sucia, masacres, devaluaciones, saqueos, actos de corrupción aparecen matizados con el recurso de las justificaciones, del contexto, de los costos necesarios para edificar un estado democrático y otros términos que abundan en los ridículos discursos de la biografía del poder, como lo llama el historiador Enrique Krauze.

La esposa de Andrés Manuel López Obrador, Beatriz Gutiérrez Müller, ha sido designada por su marido como encargada del Consejo de Memoria Histórica, una tarea que al parecer sólo tendrá que ver con la recuperación de bibliotecas y acervo cultural nacional en manos de gobiernos extranjeros. La comunicadora con estudios de doctorado en Literatura busca sacudirse el rol de consorte o esposa decorativa, no ser más una “primera dama” y sí en cambio una académica que junto con Elena Poniatowska, Cristina Barrios y el historiador Miguel León Portilla, entre otros, influya en la construcción de una nueva narrativa del nuevo régimen. Maquillar los logros del sexenio que el propio AMLO bautizó como la “cuarta transformación” resulta una tentativa más que probable para ese extraño organismo creado especialmente para que la mujer de López Obrador desarrolle sus tareas literarias. La historia no es literatura y mucho menos ficción adaptada a una apología amable para reescribir la historia según el gobernante en turno.

Recordemos que Andrés Manuel López Obrador, en su etapa de estudiante, escribió una tesis titulada “Proceso de formación del Estado Nacional en México 1824-1867”, quien quiera conocer su manera de entender y leer la historia, el trabajo está disponible en el banco de tesis de la UNAM (López Obrador, 1987). Su particular manera de interpretar el siglo XIX ha sido objeto de una discusión entre historiadores; AMLO no lo es, es politólogo y esa es la lectura que uno puede encontrar en ese documento escolar. Si se pretende a priorihomologar a AMLO con Juárez, Madero o Cárdenas deberían buscar historiadores con una trayectoria más sólida, menos literaria; hay varios que, incluso por cobrar, podrían diseñar un retrato del tabasqueño como Gandhi, Mandela o Fidel Castro.

Entre los intelectuales no hay pudor, seguro habrá quien le entre a esta chamba, aunque los libros de historia en la era de Morena los escriba el limitado talento literario de una escritora que resultó mejor periodista.

Por: Mario Ortiz Murillo

Maestro en Estudios Regionales, realizó estudios de Marketing político y gubernamental. Académico, periodista y sociólogo urbano; amante de los mejores y peores lugares de la Ciudad de México, a la que pensó que le venía mejor rebautizarla como Estado de Anáhuac que CDMX. Desertor de la burocracia convencido de la poderosa energía de la sociedad civil y marxista especializado en la corriente Groucho (Marx). De profundas raíces fronterizas chihuahuenses, se siente más juarense que Juan Gabriel, aunque ninguno de los dos haya nacido en la otrora Paso del Norte. A punto de doctorarse, le ha faltado tiempo (y motivación) para lograr el grado. Observador de la política nacional e internacional que siempre le resulta un espectáculo más divertido que la más sangrienta de las luchas de la Arena Coliseo. Entre los personajes que más ha respetado en la política se encuentran Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Olof Palme, Willy Brandt y Fidel Castro. Todavía sueña que en este país la izquierda merece una oportunidad para llegar a la Presidencia de la República; espera verlo antes de morir.






EL ABISMO - Mario Ortiz Murillo

Maestro en Estudios Regionales, realizó estudios de Marketing político y gubernamental. Académico, periodista y sociólogo urbano; amante de los mejores y peores lugares de la Ciudad de México, a la que pensó que le venía mejor rebautizarla como Estado de Anáhuac que CDMX. Desertor de la burocracia convencido de la poderosa energía de la sociedad civil y marxista especializado en la corriente Groucho (Marx). De profundas raíces fronterizas chihuahuenses, se siente más juarense que Juan Gabriel, aunque ninguno de los dos haya nacido en la otrora Paso del Norte. A punto de doctorarse, le ha faltado tiempo (y motivación) para lograr el grado. Observador de la política nacional e internacional que siempre le resulta un espectáculo más divertido que la más sangrienta de las luchas de la Arena Coliseo. Entre los personajes que más ha respetado en la política se encuentran Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, Valentín Campa, Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez, Olof Palme, Willy Brandt y Fidel Castro. Todavía sueña que en este país la izquierda merece una oportunidad para llegar a la Presidencia de la República; espera verlo antes de morir.