Ser y Devenir 140

No voy a relatarles cosas irrelevantes, como la visita del director del internado, quien no permitió a mis compañeros visitarme, o el ascendente maltrato por parte de las enfermeras; las dos únicas llamadas que recibí (del consulado y de mi prima mayor en México) y, menos aún, de los interrogatorios por parte de la policía de Reno y la prensa local. Todo aquello fue lo que detonó la angustia que sólo pude superar a partir de mi huida del hospital.

¿No puedes dormir?

Cállate.

Yo era el único testigo del profundo silencio en la madrugada, todos dormían y en las calles no se escuchaba ni una sola alma. Suspiré hondo reflexionando en mi eterno abandono cuando, como un potente llamado del cosmos, escuché el majestuoso aullido del lobo. Abrí los ojos, levanté mi torso y el aullido se repitió a la distancia. Me puse de pie, miré por la ventana y, al buscar intuitivamente entre la perspectiva nevada, un tercer y último aullido cimbraba mi alma.

¿Qué haces?

Cállate.

Desconecté de mi brazo el suero, los medicamentos y me arranqué las electrónicas ventosas en el pecho. En el clóset aún estaba mi pantalón, zapatos y salí del cuarto. El pasillo estaba vacío y en la silla del cubículo yacía una enfermera dormida. A su lado un suéter rosa y una chamarra de piel, tomé ambas con extremo cuidado para no despertarla y salí del piso por las escaleras de servicio. Bajé hasta el sótano, el estacionamiento era la única oportunidad de escape y fue relativamente fácil. El primer auto que elegí, un Chevy Nova color dorado, brillaba en el interior por la luz exacta reflejándose en las llaves pegadas.

¿Adónde vas?

¡Cállate!

Encendí el motor, aceleré un poco pero el ruido era sumamente escandaloso y, presa del pánico, lo apagué. Volteé a mi alrededor nervioso, nadie a la vista y volví a intentarlo. Nuevamente el ruido, puse la palanca en Drive y, sin encender la luces, me dirigí hacia la salida. Subí la rampa que conectaba con la calle 32 y me incorporé dando vuelta a la izquierda deteniéndome frente a un palpitante semáforo. La intuición me impulsó a avanzar y, luego de varios segundos de nadear (Heidegger) en todos los sentidos de mi consciencia intencional, vislumbré a la distancia el letrero que indicaba la ruta sur hacia Lake Tahoe.

Voy en la dirección correcta.

¿En qué piensas? me pregunta Giovanna en el café de Coyoacán.

La miro, reacciono y, aún procesando mi súbito regreso en el tiempo, rápidamente respondo:

—No, en nada.

¿Cómo nada? ¡Te quedaste mudo!

Te estaba escuchando.

¿Con la mirada perdida?

Me siento avergonzado y quedo cabizbajo.

¿Estás bien?

Sí, sí.

¿Entonces? —pregunta luego de una pausa en que observa mi mirada.

¿Entonces qué?

¿Sí vas a ir?

—Adónde.

—¡Ya ves cómo no me estabas escuchando!

—Sí, sí, sí.

—¿Sí qué?

—Sí voy.

—¡Perfecto! —dice sonriendo y se pone de pie—. Voy al baño, no tardo.

Y me quedo pensando. ¿Sabes de qué habla? Miro su lado de la mesa y, sobre un cuaderno, encuentro el volante de un evento:

Feminismo revolucionario

Conferencia de Giovanna Simoné, estudiante de Filosofía (UAM-I)

Jueves 13 a las 13:00 hrs. Salón de Actos.

Facultad de Filosofía y Letras, UNAM

Continúa 141

Por: Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".






EL INDIO FILÓSOFO - Serner Mexica

Filósofo por la UAM, estudió la Maestría en la UNAM y el Doctorado en la Universidad de La Habana. Fue Becario de Investigación en El Colegio de México y de Guionismo en IMCINE. En 2007 obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia EMILIO CARBALLIDO por su obra "Apóstol de la democracia" y en el 2011 el Premio Internacional LATIN HERITAGE FOUNDATION por su tesis doctoral "Terapia wittgensteiniana".