Un cambio de color

La fachada del edificio del gobierno de Hidalgo se ha pintado de guinda. A simple vista, es obvio el cambio de atmósfera que esto representa en cuestiones de paisaje; sin embargo, el simbolismo detrás de este nuevo color habla de una transformación más profunda.

La llegada de Julio Menchaca a la gubernatura del estado es un hecho sin precedentes dada la hegemonía histórica del PRI en la entidad.  El romanticismo con el que los seguidores de Morena se enfrentan a este hecho resultaría contagioso si no supiéramos cómo funcionan las cosas en este país.

La opinión pública está dividida entre quienes apoyan de manera exacerbada y casi incondicional el nuevo proyecto político estatal, y entre aquellos que repudian al gobernador entrante. Pero la idea del cambio es un espejismo, el paso de candidatos de unos partidos a otros ocurre con una ligereza impresionante y los intereses de los partidos están por encima de las necesidades colectivas de la población.

Hoy comienza una nueva etapa en la historia del estado que se sostiene en la idea del cambio y la esperanza, pero de nada podemos estar seguros. Los perfiles del gabinete que gestionará las instituciones del estado durante el próximo sexenio no suponen un cambio radical en la administración pública, hay muchas caras conocidas, es decir, de la vieja escuela política estatal.

Entre tanto entusiasmo será difícil mirar con ojo crítico las decisiones que tome a futuro Julio Menchaca, por ello, los hidalguenses necesitamos observar con cuidado (y claro, con el beneficio de la duda) el curso de las cosas durante los primeros meses del nuevo gobierno, pues cada decisión se convertirá en una declaración de valores que nos permitirá imaginar el futuro del estado.


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